Este artículo es una recopilación de material publicado previamente por el INAH.
Poco a poco comienza a revelarse la historia de un velero, cuyo naufragio ocurrió, probablemente, a finales del siglo XVIII o inicios del XIX en México. Los arqueólogos subacuáticos teorizan que los tripulantes de aquella embarcación hicieron un último esfuerzo para evitar la catástrofe.
Esto se pudo inferir a partir del hallazgo de un ancla ‘activada’, es decir, que se lanzó al mar con la intención de sujetarse a la barrera arrecifal, y fue a tal grado que hoy continúa ceñida e integrada por completo al sistema coralino.
Los vestigios del velero representan el pecio número 70 registrado por la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en esta reserva natural de Quintana Roo, México.
Y si bien los detalles de aquel naufragio recién comienzan a ‘salir a flote’ en el marco de la campaña nacional de difusión “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, los pormenores del hallazgo son resultado de una incesante investigación.
Laura Carrillo Márquez, investigadora de la SAS y responsable del Proyecto Banco Chinchorro, explica que fue en pasados meses cuando se realizó una primera jornada de inspección a fin de registrar, mediante dos sesiones de buceo, la localización en GPS del derrelicto y hacer una inspección general del mismo.
Será en la segunda fase de trabajo cuando los especialistas vuelvan a campo para:
Esta fase se llevará cabo una vez que pase la contingencia sanitaria por COVID-19.
Por ahora, detalla la arqueóloga subacuática, es difícil hablar de las dimensiones del velero, de su cargamento u otros detalles, pues la zona en la que se ubica, al sureste de Banco Chinchorro, es compleja.
Lo anterior, sumado a que el pecio está a escasos dos o tres metros de la superficie, hace que prácticamente no quede nada del casco de madera, pues el material orgánico de esa estructura se ha desintegrado con el paso de los siglos.
“Solo permanecen los elementos sólidos, muy concrecionados al arrecife”, describe Carrillo al enumerar algunos de los objetos registrados en el reconocimiento inicial:
No obstante que algunos de los vestigios parecen indicar una filiación británica, la investigadora del INAH aclara que esta hipótesis se tendrá que corroborar o descartar, mediante análisis que se harán meticulosamente, cuidando el equilibrio ambiental del sitio.
Los pescadores son quienes mejor conocen Chinchorro dado que lo navegan a diario para ganarse el día, buceando las aguas caribeñas para encontrar los peces, langostas o caracoles que venden en Mahahual o en Xcalak, y en ocasiones sucede que llegan a encontrar contextos arqueológicos sumergidos.
Manuel Polanco es ejemplo de ello, pues no obstante que ahora está retirado de la actividad, en las décadas de los 60 y 70, halló restos de diversos naufragios, entre ellos dos de los más icónicos en Banco Chinchorro: “40 Cañones” y “Él Ángel”.
El pescador octogenario también ha destacado por ser un activo colaborador en la protección del patrimonio cultural sumergido, pues desde aquellos años ha dialogado con los arqueólogos y especialistas en pro de la conservación de esta herencia.
Tattersfield, un entusiasta de la arqueología subacuática y asiduo colaborador de la SAS, contactó en meses pasados al titular de esta instancia del INAH, Roberto Junco Sánchez, e inició las gestiones entre Manuel Polanco y los arqueólogos subacuáticos Laura Carrillo y Nicolás Ciarlo.
Tras ello se conformó un grupo de trabajo, dirigido por Carrillo, en el cual se integró a:
Y aunque por su avanzada edad, Manuel ya no puede salir al mar, el grupo recibió la ayuda de su hijo, Benito Polanco, un capitán de navío quien, luego de escuchar las indicaciones, condujo a los expertos hasta el sitio histórico.
Cabe anotar que uno de los cánones que sigue la SAS es agradecer la ayuda de sus colaboradores nombrando algunos sitios en honor a ellos.
Este hecho permite que, entre veleros, vapores, buques mercantes y remolcadores de distintas nacionalidades y épocas, hoy sumen 70 los naufragios que el INAH registra, protege e investiga en Banco Chinchorro, y con cada uno se pueda conocer más acerca de los últimos 500 años de navegación en aguas americanas.
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