«Hice todo muy rápido», confiesa He Jiankui, un biofísico especializado en edición genética en la Universidad de Ciencia y Tecnología de China. Después de llevar a cabo uno de los experimentos más peligrosos, arriesgados y cuestionables a nivel ético del siglo XXI, el especialista pasó 36 meses en prisión. Ahora, con la condena cumplida, su intención es clara: volver a la ciencia para curar enfermedades en adultos y niños, alterando su ADN.
No sólo eso. La inversión que necesita para regresar a sus trabajos de investigación genética requieren de una inversión descomunal. Con mucho menos cabello que antes, antecedentes penales a los que pocos científicos tienen acceso y la mirada del mundo encima, éste es el nuevo camino profesional que el genetista chino quiere seguir de ahora en adelante.
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El escándalo se desbordó en 2018. He Jiankui dio un discurso sobre la viabilidad de la edición genética en embriones humanos en la Segunda Cumbre Internacional sobre Edición del Genoma Humano. Llevada a cabo en Hong Kong, fue la primera vez que el genetista confirmó que había realizado alteraciones en en ADN de bebés humanos.
Los organizadores del evento, los medios y prácticamente toda la comunidad científica que dedica sus esfuerzos a la genética lo calificaron de irresponsable. Aún así, mientras duró la conferencia de prensa, el investigador chino respondió a todas las preguntas con parsimonia.
Frente a la mirada del mundo, desde el auditorio de la Universidad de Hong Kong, He Jiankui habló sobre cómo modificó el ADN de dos hermanas gemelas, todavía en etapa embrionaria. Las apodo ‘Lulu’ y ‘Nana’, respectivamente. Según la cobertura de la AFP, He Jiankui no se exaltó, no se alteró. No pidió disculpas.
Por el contrario, explicó suavemente y con claridad sus metodologías e intenciones a futuro. Los medios, sus colegas y mecenas no recibieron el discurso con la misma tranquilidad inquietante. Un año después, se vería a sí mismo detrás de las barras.
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No es la primera vez que la humanidad juega con el material genético de especies vivas. Por el contrario, ésta es una práctica ampliamente aceptada en la investigación científica. Justamente, como pretende He, para entender —y, potencialmente, curar— enfermedades para las que no existen tratamientos aún.
Aún así, este tipo de esfuerzos pueden fácilmente pervertirse. En el siglo XX, por ejemplo, miembros del partido Nazi experimentaron con el cuerpo y material genético de cientos de personas en favor de un discurso xenófobo. Por ello, en materia de edición del ADN humano, siempre se tocan fibras sensibles en la experimentación científica.
Con todo lo anterior, era de esperarse que otros genetistas recibieran la noticia de su regreso a la ciencia con franco horror.
El hecho de que He Jiankui vuelva a la investigación científica reaviva el debate sobre su experimento original. Con Lulu y Nana, el genetista chino quería erradicar de su código genético el SIDA, ya que los padres de ambas niñas estaban infectados. Para ello, utilizó la herramienta CRISPR para editar el genoma de las embriones. Y lo logró.
Aunque originalmente la noticia se recibió con fanfarrias, muy pronto se desveló que el científico había violado la normatividad ética que imponían las autoridades. Aún así, las niñas nacieron en 2019. Su paradero es uno de los secretos de Estado mejor guardados por China en la historia.
El 2023 trajo nuevos aires para He Jiankui. Ahora en libertad, el investigador tiene la intención de recuperar su misma línea de trabajo, previa a su tiempo en prisión. Aún a pesar de su ánimo de continuar trabajando con la edición genética del genoma humano, el genetista chino se rehúsa a dar entrevistas en persona.
Así lo confirmó Nuño Domínguez, editor de ‘Materia’, la sección de ciencia del diario El País. Con respecto a cómo vive el investigador chino ahora, respondió en un correo electrónico lo siguiente para el medio:
“Ahora vivo bastante bien”, escribe. “Paso tiempo con mi mujer y mis dos hijas, me he instalado en Pekín y he empezado a jugar al golf”.
Ahora, en lugar de trabajar bajo una institución educativa, se rentó una oficina de 100 metros de superficie en Daxing, un distrito de la capital china. Desde ahí continuará sus trabajos de investigación con dos colaboradores pasados, que lo animan a seguir alterando el material genético humano para curar enfermedades inscritas en el código.
A este espacio, sin equipo especializado ni el aval de ninguna institución, a He Jiankui le gusta referirse como ‘laboratorio’. “Mi objetivo es conseguir 137 millones de euros del fundador del portal Alibaba y otros multimillonarios,” declaró el especialista, ante el horror de la comunidad científica. Habrá que ver si a SoftBank, el grupo multinacional que encabeza a la empresa de logística, le interesa colaborar con él.
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