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Las personas sin electricidad tampoco duermen ocho horas

Un estudio de grupos étnicos que viven sin dispositivos modernos cuestiona nuestros conceptos del sueño preindustrial.

La seducción de un luminoso teléfono inteligente no es la causa de sus desvelos. Una nueva investigación afirma que hasta las personas que carecen de tecnología moderna no duermen toda la noche.

Los científicos encontraron que los miembros de tres sociedades de cazadores-recolectores que no tienen electricidad ?y en consecuencia, no se pasan la noche en Facebook, Candy Crush y mirando 200 canales de televisión- solo disfrutan de un promedio de 6.4 horas de sueño cada noche. Eso no es más que muchos humanos que llevan la atribulada vida industrial, y aun menos que las siete a nueve horas recomendadas para la mayoría de los adultos por la Fundación Nacional del Sueño.

Los integrantes de dichos grupos ?dos en África y uno en Sudamérica- tienden a conciliar el sueño mucho después de la puesta del sol y a despertar antes del amanecer, lo que contradice la visión romántica de la vida sin luz eléctrica y sin dispositivos electrónicos, informan los investigadores en la edición reciente de Current Biology.

?Observar el mismo patrón en tres grupos, separados por miles de kilómetros y en dos continentes, (deja) muy claro que se trata de un patrón natural?, afirma Jerome Siegel, líder del estudio e investigador del sueño de la Universidad de California en Los Ángeles. ?Tal vez la gente debería tomar con más calma el tema de dormir. Si duermes siete horas por la noche, considera que eso es más o menos lo que dormían nuestros antepasados?.

Una investigación anterior vinculó la falta de sueño con trastornos que abarcan desde falta de juicio hasta obesidad y enfermedad cardiaca. El surgimiento de dispositivos electrónicos hipnóticos, tan pequeños que pueden llevarse a la cama, solo ha agudizado la inquietud por la epidemia moderna de falta de sueño. Un estudio reciente reveló que después de una sesión en la cama con un lector eBook, los sujetos de prueba ya no podían dormir y se sentían más soñolientos por la mañana que cuando se acurrucaban con un libro de papel convencional.

Acostarse temprano

Muchos científicos afirman que la iluminación artificial acortó nuestro descanso y condujo a déficits de sueño. Sin embargo, Siegel cuestionó ese argumento. Estudiaba el sueño de leones salvajes cuando tuvo la idea de monitorear el sueño de poblaciones preindustriales, cuyos hábitos podrían ayudar a comprender el sueño de los humanos primitivos.

Siegel y sus colegas reclutaron a miembros de la etnia colombiana tsimane, quienes cazan y desarrollan cultivos en la cuenca amazónica, así como a cazadores-recolectores de la sociedad hadza de Tanzania y del pueblo san de Namibia. Dichos grupos se cuentan entre las pocas sociedades sin electricidad, iluminación artificial y control climático. Cada noche encienden pequeñas fogatas y se retiran a dormir en sencillas viviendas construidas con materiales como hierba y ramas.

Los investigadores pidieron a los miembros de cada grupo que usaran dispositivos semejantes a relojes de pulsera que medían el nivel de luz y los más mínimos movimientos. A muchos tsimane les pareció una petición cómica, pero casi todos quisieron participar, dice Gandhi Yetish, coautor del estudio de la Universidad de Nuevo México. Los registros de sueño mostraron que, en promedio, los sujetos de estudio se quedaron dormidos poco menos de tres horas y media después de la puesta del sol y la mayoría despertó, en promedio, una hora antes del amanecer.

Los dormilones más notorios fueron los san quienes, en verano, se levantan una después del amanecer. Los investigadores observaron que, durante el periodo de estudio, las noches estivales en los sitios de investigación san y tsimane duraron 11 horas, aunque las mañanas fueron más frías en la aldea san. Eso coincide con otros datos que muestran que los tres grupos tienden a quedarse dormidos cuando la noche se enfría, y despiertan cuando la temperatura toca fondo antes del amanecer.

Siegel dice que las horas de dormir y despertar parecen estar determinadas, en parte, por la temperatura natural y los niveles de luz, y que los humanos modernos nos hemos divorciado de estos dos factores. Por ello, sugiere que los insomnes podrían beneficiarse recreando la exposición de nuestros antepasados al calor y el frío.

Si bien los san, tsimane y hadza suelen promediar menos de siete horas de sueño, parecen dormir suficiente. Rara vez toman siestas y no tienen dificultad para conciliar el sueño. Las lenguas san y tsimane no tienen un palabra para designar el insomnio, y cuando los investigadores intentaron explicar el concepto, ?de todas maneras no lograron entenderlo del todo?, dice Siegel.

¿Y qué hacen en esas horas de oscuridad? Los tsimane comen, charlan y a veces tejen o incluso, salen de cacería, informa Yetish. Por su parte, los hadza renuevan vínculos con familiares y amigos después de pasar días buscando tubérculos, presas y miel silvestre, agrega el coautor y antropólogo Brian Wood, de la Universidad de Yale.

Para los hadza, las noches son ?para reflexionar en lo que hiciste durante el día, en lo que viste, en lo que podrías hacer al día siguiente?, prosigue Wood. ?Es un momento agradable, un momento para conversar realmente?, dice, y en ocasiones cantan y bailan en ?una especie de fiesta nocturna?. (Lee: ¿Los animales sueñan?)

Dormilones modernos

Otros científicos creen que el equipo de Siegel ha dado con algo importante. La conexión entre temperatura y sueño parece verisímil, dice el neurocientífico Horacio de la Iglesia, de la Universidad de Washington. Con todo, se muestra escéptico de la afirmación de que las sociedades industrializadas duermen el mismo tiempo que los cazadores-recolectores.

?Es indudable que la industrialización ha abreviado nuestro sueño?, dice, citando su reciente estudio con el pueblo toba/qom de las pampas argentinas, e insiste en que las personas que carecen de electricidad se acuestan más temprano que quienes disponen de ese servicio.

Christoph Nissen, investigador del sueño en la Universidad de Friburgo, señala que aunque le sorprende que los tres grupos duerman muy poco, el nuevo estudio presenta la primera información sólida sobre cómo pudo haber sido sueño de las personas en la Edad de Piedra.

El estudio sugiere que siete horas de sueño y aun menos pueden ser suficientes, añade Nissen. ?No es el mensaje de la corriente principal?, reconoce, ?pero es importante para desafiar esas opiniones imperantes con nuevos datos científicos?.

?Debemos tomar las cosas con calma y no aferrarnos a la suposición de que todo es cada vez peor en nuestra sociedad moderna?.

National Geographic

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