Todos los días, el Sol emite energía que llega a la Tierra. Conocidas como tormentas solares, se trata de eventos astronómicos en los que el viento de nuestra estrella alcanza la atmósfera en los polos del planeta. Este fenómeno no es nuevo. Por el contrario, su intensidad crece y disminuye a lo largo del tiempo. Hace 7 mil 500 años, una explosión solar alcanzó un pico tan potente, que quedó registrado en los anillos de los árboles.
Los árboles crecen de adentro hacia afuera. Cada año, un anillo queda definido al interior de los troncos. Estas circunferencias de madera muerta son, además, registros de la historia natural del entorno en el que crecieron y se desarrollaron. En este anillo es posible encontrar información valiosa de su crecimiento y pormenores de vida.
Hace poco más de 7 milenios, se dio una explosión solar abrasadora de partículas energéticas tan fuerte que, según un estudio reciente publicado en Geophysical Research Letters, quedó impresa en la corteza de los árboles prehistóricos. A partir de pruebas de carbono-14, los científicos se percataron de que cada vez que estas ráfagas solares golpean a la Tierra, estos eventos impactan a los árboles también, como si fuera una quemadura de Sol.
A este fenómeno se le conoce como «un evento de partículas energéticas solares (SEP)«, detallan los autores en un comunicado. Al ingresar a la atmósfera terrestre, interactúa con las especies vegetales. Eventualmente, las partículas de energía solar se incorporan a la estructura del árbol. A partir de la lectura de estos registros en madera es que los expertos han podido determinar la intensidad de los vientos solares en el pasado.
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Después de la explosión solar de hace 7 mil 500 años, otros eventos similares se han presentado en el planeta. Todos se han manifestado en los anillos de los árboles, y han sido datados en diferentes periodos de la historia. Para comprobar la hipótesis, los científicos decidieron tomar muestras de especies diferentes en países distantes entre sí.
Para ver si el efecto era el mismo, consideraron un pino californiano, un pino en Finlandia y un alerce en Suiza. A pesar de ser árboles diferentes ubicados a kilómetros de distancia, compartían las mismas marcas de impacto solar. Lo verdaderamente sorprendente fue el hecho de que la distancia temporal también corresponde a los picos de más alta actividad solar, con periodos de 11 años entre sí.
Éste es el mismo ciclo que se ha identificado en la actualidad entre vientos solares. A pesar de que estas marcas han quedado impresas al interior de los árboles, no existe evidencia de que estos fenómenos afecten a la vida en la Tierra como la conocemos. El campo magnético de nuestro planeta ofrece una protección natural contra este tipo de eventos, que de otra manera, serían devastadores para la biosfera.
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