Dos científicos monitorean la presión del torrente en el Amazonas de baja altura y compiten por protegerlo de las condiciones extremas.
De los seis millones de kilómetros cuadrados que conforman la selva del Amazonas, casi 830 mil son humedales de baja altura que pueden sobrevivir, tanto por encima de la línea de flotación como por debajo de ella.
Cada año, en la época de lluvias estas áreas se inundan hasta casi 12 metros y alcanzan su punto álgido en mayo o junio, para ir menguando en octubre o noviembre. Ahí, los árboles han tenido que luchar por vivir, ya sea adaptándose al agua o esperando a que pase.
Para el explorador de National Geographic, Thiago Sanna Freire Silva, esto vuelve más interesantes las llanuras aluviales. En cambio, bromea, “las terrestres son aburridas ¿o no? Tienen todo lo que necesitan”.
Monitoreando los bosques cubiertos de agua del Amazonas
En los últimos años, estas llanuras aluviales, conocidas como bosques várzea e igapó, pasan por sequías e inundaciones extremas con más frecuencia. Esto puede deberse al cambio climático y a la construcción de presas hidroeléctricas.
Silva y su compañera exploradora de National Geographic, Julia Valentim Tavares, trabajan para descubrir cómo estos poco conocidos ecosistemas responden a la variación en los ciclos de inundaciones; para ello operan desde una estación de investigación flotante en la Reserva de Desarrollo Sostenible Mamirauá, en la parte noroccidental de su natal Brasil, donde estudian 21 parcelas de selva de 50 por 50 metros que se encuentran a diferentes altitudes en la llanura aluvial.
Silva, autodenominado ecólogo digital que combina prácticas de ecología e informática, escanea las parcelas de selva con lídar, una técnica que usa un láser y la luz reflejada para determinar la geografía, de esta manera puede crear modelos tridimensionales árbol por árbol.
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Cada año regresa al Amazonas desde Escocia (donde enseña en la Universidad de Stirling) y vuelve a escanear las parcelas, lo que le ayudará a monitorear la salud de los humedales e identificar las áreas que necesitan mayor protección.
“Extradesafiante”
Tavares, becaria de investigación posdoctoral en la Universidad de Uppsala en Suecia, examina la fisiología de los árboles para aprender sobre la sensibilidad de las especies frente a las condiciones extremas. Al ser ecóloga forestal, recibe ayuda de alpinistas profesionales que suben a las copas de los árboles y toman muestras de las ramas; comienzan este proceso en la oscuridad que precede el amanecer, cuando el contenido de agua de las ramas es estable, antes de que el Sol salga y se reanude la fotosíntesis. Un horario de madrugada que Tavares denomina “extradesafiante”.
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A medida que la actividad humana altera el patrón de inundaciones del Amazonas, estos exploradores se preparan para prever escenarios y apoyar los esfuerzos de conservación. Silva también planea convertir sus escaneos con el lídar en una experiencia de realidad virtual que sitúe a los usuarios dentro de los humedales.
Espera que ver este ecosistema remoto de cerca, como él y Tavares lo hacen, ayude al público a entenderlo y preocuparse de su supervivencia.
Este texto es una adaptación de su versión original, que puede ser revisada en la revista impresa de National Geographic. La autoría del mismo corresponde a Hicks Wogan.
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