Hace 170,000 años, nuestros ancestros ya dominaban el fuego y sabían dónde ubicarlo exactamente para una mínima exposición al humo.
El uso y control del fuego fue un paso decisivo en la evolución y supervivencia humana. Además de mantener la temperatura en el invierno y ahuyentar a depredadores, su uso permitió acceder a alimentos cocidos, y con ello, reducir enfermedades al mismo tiempo que aumentaba el tamaño del cerebro. Sin embargo, no está del todo claro el grado de habilidad que los primeros humanos modernos (hace unos 200,000 años) poseían para controlar el fuego.
Para averiguar más al respecto, un nuevo estudio de la Universidad de Tel Aviv desarrolló un modelo que simula la dispersión del humo de una fogata dentro de una cueva y lo puso en práctica en la Cueva Lazaret, un sitio arqueológico ubicado al sureste de Francia.
Tras simular más de 16 ubicaciones hipotéticas en el interior de 290 metros cuadrados, el equipo analizó la densidad del humo en distintos sitios de la cueva a través de miles de sensores colocados a metro y medio de altura.
Y aunque a priori parezca justo lo contrario, los modelos de circulación de aire en espacios cerrados revelan que la ubicación óptima para una exposición mínima al humo es en la parte trasera de las cuevas, mientras que el sitio menos favorable es colocarla en la entrada.
El estudio revela que los primeros ya poseían un conocimiento avanzado sobre la planificación espacial y no sólo eran capaces de crear fogatas controladas al interior de las cuevas que les servían de hogar y refugio; también sabían cuál era el mejor sitio para ubicarlas para obtener su máximo beneficio y al mismo tiempo, permitir la circulación del aire para inhalar el mínimo humo posible.
“Los primeros humanos necesitaban un equilibrio: un hogar cerca del cual pudieran trabajar, cocinar, comer, dormir, reunirse, calentarse, etc. mientras estaban expuestos a una cantidad mínima de humo. En última instancia, cuando se tienen en cuenta todas las necesidades (actividades diarias frente a los daños de la exposición al humo), los ocupantes colocaron su hogar en el lugar óptimo de la cueva”, explica la Universidad de Tel Aviv en un comunicado.
El modelo arrojó un área privilegiada de 25 metros cuadrados en la cueva, en la cual es posible alcanzar el equilibrio entre las necesidades humanas alrededor de la fogata y un hogar con la menor inhalación de humo. Al comparar las simulaciones de dispersión de humo con los restos de fogatas al interior de la Cueva Lazaret, el equipo descubrió que ese sitio fue efectivamente utilizado por nuestros ancestros: “sorprendentemente, los primeros humanos sí colocaron su hogar dentro de esta área”.
En palabras de Ran Barkai, profesor del Departamento de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv y coautor del estudio, esta habilidad no sólo refleja un conocimiento profundo sobre el control del fuego y sus distintos usos para la supervivencia humana, también da cuenta del “ingenio, experiencia y una planificación, así como conciencia del daño a la salud causado por la exposición al humo”.
La investigación publicada en Scientific Reports abre una nueva posibilidad de estudiar preguntas clave sobre el uso y dominio del fuego de los primeros humanos, además de según los autores, el modelo podría ayudar a los arqueólogos a encontrar nuevos sitios arqueológicos que actualmente se mantienen ocultos a partir de la búsqueda del punto óptimo para colocar una fogata dentro de una cueva.
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