Los terraplanistas han tratado de convencernos de que el planeta es plano. Aunque no sea verdad, la forma de la Tierra tampoco es una esfera.
A pesar de que parezca sorprendente, llevamos siglos sabiendo que nuestro planeta no es plano. Los cálculos clásicos de Pitágoras se remontan al 500 a.C. Sucedido por Aristóteles, la verdadera forma de la Tierra ha sido un objeto de estudio desde la Antigua Grecia pero ¿estaban en lo correcto Pitágoras y Aristóteles? La respuesta corta es sí, para los recursos que tenían en su época. La respuesta larga es mucho más compleja y, en gran medida, se sigue profundizando al día de hoy.
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¿Cuál es la verdad?
Si bien es cierto que la teoría de que la Tierra es plana puede descartarse por completo, decir que el planeta es redondo no es realmente preciso. Como se ha descrito anteriormente, la forma de la Tierra está achatada por los polos, es decir que la parte del Ecuador está más abultada.
Esta esfera ovalada es una descripción un poco más acertada. Así como girar una masa de pizza, la fuerza centrífuga resultante de la rotación de la Tierra, provoca que la masa se acumule entre sus dos hemisferios. Sin embargo, las fotos satelitales son tan parciales que no nos permiten apreciar esta deformación en absoluto, pues sólo podemos ver una pequeña parte de nuestro planeta.
Aun así, esta tampoco es la mejor descripción realizada hasta ahora.
La forma de la Tierra está siempre cambiando
Al ser un planeta compuesto en su mayoría por líquido, dar con su forma es difícil. Además, sus valles y montañas hacen que una superficie regular sea imposible. De acuerdo con la National Oceanic and Atmospheric Administration, la forma de la Tierra está cambiando todo el tiempo.
Las mareas afectadas por la Luna (y según nuevos estudios también por Marte) provocan que nuestra Tierra no tenga una forma definitiva. Como las mareas, la corteza debajo de nuestros pies se ve afectada por bruscos movimientos tectónicos que también alteran la estructura de nuestro planeta. Fenómenos como erupciones volcánicas y colisiones de meteoritos pueden igualmente afectar el astro que habitamos.
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