Por esto, en las cimas de las grandes montañas hace tanto frío, aunque estén más cerca del Sol

Con el apoyo de un experto te decimos por qué hace tanto frío en las cimas de las montañas, si están más cerca del Sol.

Hemos dado por hecho que las cimas de las grandes montañas están siempre nevadas. Es una impresión que, por anécdota directa o por imágenes, formamos. Pero, ¿te has preguntado por qué esos picos de nuestro planeta, los puntos más altos de la Tierra, son tan fríos? La pregunta nace del hecho de que, estrictamente hablando, esas zonas tienen mayor proximidad al Sol, por lo que se podría pensar que la energía de la estrella actuaría de tal forma que ocurriera lo contario. Entonces, ¿por qué hace tanto frío en las montañas?

El Dr. Alejandro Farah Simón, miembro del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), habló con nosotros y nos ofreció una respuesta detallada sobre lo que ocurre. Sin más, te dejamos con lo que nos contó.

Primero que nada…

La distancia media entre la Tierra y el Sol es aproximadamente de 150 millones de kilómetros. Hasta la fecha, la cima más alta del mundo la tiene el Monte Everest, con una altitud medida, desde el nivel del mar, de alrededor de 8,8 kilómetros. Con estos datos podemos concluir que la distancia de la superficie del Sol a las playas es prácticamente la misma que hay entre el Sol al Everest. El hecho de que la temperatura en la cima de las montañas sea menor que la del nivel del mar no está relacionada con su cercanía al Sol. Sin embargo, hay factores físicos de nuestro planeta que sí hacen tangible esta diferencia.

¿Por qué hace tanto frío en las cimas de las montañas?

La densidad de la atmósfera terrestre va cambiando conforme uno se va alejando de su superficie; mientras más altitud, menor densidad. También, al alejarnos de la superficie, la cantidad de aire que reposa sobre nuestras cabezas es menor, y por ende la presión atmosférica también disminuye. Estas dos propiedades físicas tienen la mayor repercusión en la temperatura de cada lugar.

“Conforme subimos en altitud, la presión del aire disminuye, y al ser menos denso, no puede retener la energía emanada, desde el Sol, que llega a la Tierra”, explica el experto.

Por otro lado, las moléculas del aire caliente están en mayor movimiento que las del aire frío. Así, las primeras tienden a subir debido a la menor presión atmosférica. Esto le permite al aire expandirse, disipar su energía y provocar una disminución de su temperatura. Dicho fenómeno se conoce como “enfriamiento adiabático”.

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Además, cada día llegan a la Tierra decenas de miles de billones de watts desde el Sol. El aire de nuestra atmósfera absorbe y retiene esa energía en forma de calor. Y sí, mientras más denso, más energía puede contener. Por ello, a mayor altitud, menor densidad y menor absorción de radiación térmica.

Y, sobre el sentido recién explicado, en la cima de las montañas esta radiación puede escapar más fácilmente hacia el espacio, lo cual también contribuye a que se registren menores temperaturas en esos lugares.

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“Lo primero que se viene a tu mente al imaginarte parado en la cima de una montaña son ventiscas fluyendo por todos lados. Estas pueden causar que la sensación térmica en tu cuerpo sea menor, debido a que las moléculas del aire están fluyendo, generan un mayor intercambio de energía provocando enfriamiento. Por eso, el viento también juega un papel protagónico en la sensación del frío o calor en la cima de las montañas. De ahí que al dirigirnos a estas, el uso de impermeables es altamente recomendado, no tan solo por la lluvia y la humedad, sino también porque te protegen del viento y te ayudan a retener tu calor corporal”.

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