¿Qué dice la ciencia sobre el amor? Éste ha sido objeto de las disertaciones filosóficas desde hace miles de años. Pensadores como Platón, en occidente, y Confucio, en oriente, se dieron a la tarea de desentrañar los misterios de este sentimiento. Las concepciones más altas dan cuenta, también, de cómo el ser humano ha elevado el amor hasta lo divino, pues deidades como Venus, para la mitología romana, y Eros, para la griega, ofrecen testimonio de lo anterior.
Con el paso de la historia, el amor no saldo cuentas con el conocimiento. Por el contrario, la ciencia buscó precisar la naturaleza de éste y el alcance de su influjo. Con cuenta de ello, Gerardo Sánchez Dinorín, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en neurociencias del comportamiento, comparte sus respuestas a National Geographic en Español.
Aunque el amor es algo que se experimenta de forma universal, no existe una definición única para entenderlo. Generalmente, es visto como un sentimiento matizado por múltiples estados emocionales cambiantes: a veces agradables, a veces displacenteros.
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El amor se experimenta en relaciones sociales románticas como no románticas. Por ello, su significado cambia en función del contexto histórico y cultural en que se presenta. Asimismo, puede ser entendido a partir de las manifestaciones comportamentales que le acompañan y que contribuyen al fortalecimiento de un vínculo mediante muestras de aprecio, apoyo, deseo, entre otras.
Cuando se experimenta el amor romántico, las redes neuronales que conforman el denominado “circuito de recompensa” se observan mucho más reactivas ante la exposición a estímulos relacionados con el ser amado. Este sistema trabaja con dopamina, un neurotransmisor relacionado con la motivación y la experiencia de sensaciones placenteras.
Otros químicos que contribuyen a esta experiencia son el cortisol, también conocido como hormona del estrés, que ayuda a la movilización de recursos energéticos; la oxitocina, descrita como la hormona del amor y que resulta importante para la formación de vínculos afectivos; y la vasopresina, una hormona que se ha asociado con el sentido de pertenencia y la experiencia de celos.
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Además, están las hormonas sexuales, como la testosterona, la cual se asocia con el deseo y la competitividad. Vale agregar que los cambios en la actividad cerebral no se manifiestan únicamente como experiencias subjetivas, sino que contribuyen de forma importante a cambios en respuestas fisiológicas autónomas como son la frecuencia cardiaca o la actividad digestiva. De ahí que algunos describan a las “mariposas en el estómago” como parte de las sensaciones del amor.
El enamoramiento podría entenderse como un proceso complejo y cambiante, influenciado por múltiples variables biológicas o ambientales en donde la conducta de los individuos se orienta a explorar, conocer y/o aproximarse a una persona que puede resultar física, emocional y/o cognitivamente atractiva.
Durante el inicio del enamoramiento, el incremento de dopamina refuerza la emisión de conductas guiadas por la gratificación inmediata, como son la aproximación, el cortejo o el contacto físico. Sin embargo, también modifica la actividad de regiones implicadas en procesos cognitivos; entiéndase el razonamiento, la planificación, la toma de decisiones o la inhibición. Por lo anterior, resulta más probable la producción de respuestas impulsivas que, en otras circunstancias, serían menos susceptibles de emitirse.
Los circuitos cerebrales que permiten la experiencia del amor también participan en procesos adictivos. No obstante, es importante notar que los cambios químicos y fisiológicos que acompañan a este sentimiento son producto de la interacción del organismo con su entorno a partir de relaciones interpersonales y no de la ingesta de sustancias ajenas al organismo.
Ahora bien, una persona puede presentar un exceso de conductas guiadas por la gratificación inmediata y también experimentar algo parecido al síndrome de abstinencia cuando vive una ruptura amorosa. Pese a ello, esto no se equipara con los cambios fisiológicos y químicos que acompañan la retirada de sustancias altamente adictivas que además producen efectos farmacológicos importantes.
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