Un beduino ofrecía unos bloques de piedra de los que sobresalían huesos, Nizar Ibrahim los compró y entendió el gran significado años después.
Extracto de la edición de octubre de la revista National Geographic en español.
Fotografías de Mike Hettwer
En 2013, Nizar Ibrahim había ido a Erfoud con dos colegas para rastrear a un hombre que podría ayudarlo a resolver un misterio: un cazador de fósiles local que vendía sus mercancías a las tiendas y a los comerciantes.
Entre 1910 y 1914, Ernst Freiherr Stromer von Reichenbach, aristócrata bávaro y su equipo realizaron varias expediciones en el Sahara egipcio. Stromer encontró cerca de 45 taxones diferentes de dinosaurios, cocodrilos tortugas y peces. Entre sus hallazgos estaban dos esqueletos parciales de un dinosaurio nuevo y notorio, un depredador gigante cuya característica más notable era una estructura vela que tenía en la espalda, apoyada en puntales o espinas distintivas. Stromer llamó al animal Spinosaurus aegyptiacus. Los descubrimientos forman parte de la colección Estatal Bávara de Paleontología en Munich, y durante la
Segunda Guerra Mundial, en abril de 1944, el museo y casi todos los fósiles fueron destruidos.
Había pasado tiempo, y el trabajo de campo de Ibrahim para su doctorado, lo llevó a Erfourd varias veces. Durante una visita en 2008, un beduino le enseñó cuatro bloques de piedra con un tono púrpura distintivo veteado con sedimento amarillo. De la roca sobresalía lo que parecía ser el hueso de una garra de dinosaurio y una sección plana de un hueso con un corte transversal de un blanco lechosos poco común. Ibrahim los compró y entendió su significado potencialmente enorme años después.
En una visita al Museo de Historia Natural de Milán, le mostraron un esqueleto parcial de un dinosaurio grande que habían recibido de un comerciante de fósiles. Era claro que se trataba de un Spinosaurus mucho más completo que los especímenes perdidos de Stromer. Los investigadores le dijeron que el comerciante creía que habían sido excavados en un sitio llamado Aferdou N´Chaft, cerca de El Begaa. Los huesos aún estaban incrustados en la roca, una piedra caliza purpúrea con vetas amarillas. Al levantar una de las espinas dorsales, Ibrahim vio un corte transversal blanco que le pareció familiar.
«Me di cuenta de que los huesos que había comprado en Erfoud debían ser de Spinosaurus», recuerda Ibrahim. Se le ocurrió que los retazos de Erfoud y el especímen de Milán podrían pertenecer al mismo individuo.
Si podía ubicar el lugar exacto donde el fósil había sido enterrado, esos huesos podrían convertirse en la piedra Rosetta para comprender al Spinosaurus y su mundo. Para localizar el lugar, primero tendría que hallar al beduino en Erfoud. Al encontrarlo, el hombre confirmó que había cortado los huesos del frente de una roca durante más de dos meses de trabajo arduo, desenterrando primero los huesos que le había vendido a Ibrahim, y luego encontró otros en la ladera, que tiempo después vendió a un comerciante de fósiles en Italia por 14,000 dólares.
Después de conducir su maltrecho Land Rover por los palmares al norte de Erfoud, el hombre los guió a pie a lo largo del lecho seco de un río y por un risco. Los estratos de los riscos circundantes mostraban que ríos largos y serpenteantes fluyeron ahí hace 100 millones de años. Por fin llegaron a una abertura en una ladera, que alguna vez fue una ribera.
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