Estudios acusan que vivir cerca de las perforaciones hidráulicas provoca complicaciones en el embarazo, y bebés prematuros.
Unos grifos de los que salen llamas se han convertido en una especie de símbolo para alertar del peligro potencial del fracking. Cuando en 2010 el polémico documental "Gasland" los llevó a los cines, muchos estadounidenses clamaron contra esta técnica para extraer gas y petróleo y comenzó a cundir el miedo sobre sus potenciales riesgos para la salud.
Sin embargo, y como era de esperar, la industria se mantuvo firme y siguió defendiendo la fractura hidráulica. Pero en aquel momento, aún no había datos que hablaran en su contra. Desde entonces, son varios los estudios que se han publicado al respecto.
Uno de ellos lo firma la reputada Universidad Johns Hopkins de Baltimore. Según explica en la revista "Epidemiology" el equipo de expertos liderado por Brian Schwartz, las futuras madres que viven cerca de áreas de perforación presentan un mayor riesgo de sufrir complicaciones en los embarazos y de tener bebés prematuros.
Lee: Los niños que nacen con deformaciones en Vietnam
Los investigadores se basan en datos de casi 9,400 mujeres que, entre 2009 y 2013, dieron a luz. Las madres del estudio provienen mayoritariamente del norte de Pensilvania, el estado con mayor cantidad de pozos de fracking.
¿El resultado? Las embarazadas que vivían cerca de un pozo especialmente grande presentaban un 40 por ciento más de riesgo de tener un bebé prematuro que quienes vivían en regiones más alejadas. Además, la probabilidad de sufrir un embarazo de riesgo era casi un tercio mayor.
"No sabemos con exactitud cuál es la relación entre la extracción de gas y los partos prematuros, pero claramente hay una", declaró Schwartz. Los investigadores creen que entre las posibles causas estarían sobre todo factores medioambientales derivados de la elevada intensidad del tráfico.
A modo de comparación: en 2006 había menos de 100 pozos de perforación en Pensilvania, frente a los más de 8,000 que se extienden hoy en día por todo el estado. La explotación de éstos es muy costosa, implica el uso de maquinaria pesada que funciona con diésel y genera que por las carreteras que hace diez años estaban casi vacías circulen ahora numerosos camiones.
"¿Se trata de la calidad del aire? ¿Del estrés? Según nuestras investigaciones, estas dos cuestiones son probablemente las principales causantes" de las anomalías en los embarazos, opina Schwartz. Su objetivo es seguir investigando. "Si conseguimos financiación", agrega.
Hace unos meses, otro estudio de la Universidad de Pittsburg publicado en la revista "PLOS ONE" mostraba la relación entre la ralentización del crecimiento fetal y el fracking. Los expertos analizaron datos de casi 15,000 recién nacidos de distintos distritos de Pensilvania, y éstos apuntaron a un riesgo un tercio mayor de muy bajo peso al nacer cuando la futura madre vivía cerca de grandes pozos de perforación.
Además, investigadores de la Universidad de Pensilvania publicaron en julio en la misma revista datos que revelaban un aumento de problemas cardíacos entre quienes vivían cerca de pozos de fracking. "Creemos que la elevada circulación de camiones ha provocado un enorme incremento de emisiones contaminantes", dijo Reynold Panettieri, director del estudio realizado entre 2007 y 2011, al diario "Philadelphia Inquirer".
En el fracking o fractura hidráulica se utiliza una mezcla de agua, sustancias químicas y aditivos que se introducen a presión en el subsuelo para perforar la roca. Así, se van formando griegas que abren el camino a la capa donde se encuentra el gas esquisto, que de ese modo puede extraerse hasta la superficie. El agua introducida para la perforación de la roca también es bombeada luego hacia afuera.
No obstante, a muchos vecinos de la zona les preocupa la calidad del agua potable. La agencia estadounidense para la protección del medio ambiente EPA lleva años ivestigando esta cuestión y publicó recientemente su primer panorama: según afirmaba, sólo habría daños en el agua potable si bajara el nivel del agua, hubiera filtraciones en los tubos de perforación, se incidiera directamente sobre recursos hídricos o si los gases y líquidos se expandieran en la tierra.
"No hemos encontrado indicios de que ampliar estos mecanismos haya influido sistemáticamente en los recursos hídricos de Estados Unidos", señala el borrador del estudio. Sin embargo, esto también podría deberse a la escasez de datos, reconoce la EPA.
Científicos de la Universidad de Yale investigaron cómo pudieron llegar restos de diésel y otras sustancias orgánicas halladas en las aguas subterráneas. Se sospechaba que los químicos bombeados a presión con arena en el líquido utilizado para la perforación podrían ser los responsables.
Tras realizar pruebas en 64 manantiales, entre otros análisis de isótopos de gas noble en el agua, los expertos llegaron a la conclusión de que la contaminación no venía de las profundidades, sino de la superficie. Y es más fácil mantener ésta alejada de las aguas subterráneas que las sustancias dañinas procedentes de capas más profundas", escriben en "Proceedings of the National Academy of Sciences".