Conoce un poco más sobre los primeros cimientos de la turística ciudad de Nueva York.
En 1626, un grupo de holandeses emigrados llegaron a la isla de Manhattan. Según la leyenda, compraron el territorio a los indígenas por 25 dólares y la bautizaron como Nueva Ámsterdam.
Este núcleo habitado se convirtió pronto en la capital de los territorios de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. Según datos, los primeros pobladores no superaban los 300 y las relaciones con los indígenas fueron algo conflictivo.
Holandeses e indígenas tuvieron que librar múltiples batallas, pero la mayor amenaza para Nueva Ámsterdam vino de los ingleses. A mediados del siglo XVII, Holanda e Inglaterra estaban en guerra en Europa y trasladaron la contienda a territorio americano.
En el año 1664, el gobernador de Nueva Ámsterdam entregó la ciudad al duque de York, quien cambió el nombre de la villa y acabó definitivamente con la supremacía holandesa en la zona.
En la actualidad, la herencia del dominio holandés se percibe todavía en la nomenclatura de algunas calles de Nueva York. Por ejemplo, Harlem tiene una ciudad homónima en Holanda, Nieuw Haarlem, y Broadway proviene de Bredeweg.
El Bajo Manhattan aún muestra la huella de sus primeros colonos. “Los holandeses trazaron las calles allí, y el diseño sigue siendo el mismo. Y Wall Street era el límite norte de Nueva Amsterdam. Los holandeses construyeron la muralla ahí no para protegerse de los indios, sino de los ingleses”, dice Russell Shorto, autor de “The Island at the Center of the World: The Epic Story of Dutch Manhattan and the Forgotten Colony that Shaped America”, un libro sobre el período holandés de la ciudad, a La Tercera.
El fuerte original de Nueva Amsterdam ya no existe, pero el Museo Nacional del Indio Americano está ubicado en su sitio, en Bowling Green en el Bajo Manhattan. Una escultura en la base de un asta de bandera cerca del museo muestra al holandés Peter Minuit comprando Manhattan de manos de los indígenas en 1626.
El asta bandera fue un regalo de Holanda a Nueva York en 1926, en el 300 aniversario de la primera transacción de bienes raíces en la ciudad.
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