Para aquellos que cada año viajan buscando el frío, en lugar de huir de él, Quebec ofrece un sinfín de actividades invernales de ensueño.
Sin duda alguna, Quebec es uno de los mejores destinos para experimentar las virtudes del frío y un sinfín de aventuras bajo cero para todos aquellos que en lugar de huir, migran a él.
Del cálido sur al gélido norte, únete a un viaje extremo, enfrenta las inclemencias del frío y descubre el verdadero significado del invierno en la bella provincia canadiense.
¿Qué otra cosa podrían pensar los canadienses de ver a un par de turistas arribar a Quebec en pleno invierno? Que están locos, y es de entenderse si los habitantantes de esta región, que puede llegar a los 45 grados bajo cero, migran cada temporada huyendo del clima frío.
En México nos cuesta salir de casa cuando el termómetro apenas roza los 10ºC, pero es precisamente esta poca familiaridad con lo extremo que puede ser el invierno lo que hace de Quebec un destino irresistible para los que buscan experimentar el verdadero significado del frío, el frío auténtico.
Si no sabes por dónde comenzar tu viaje, te compartimos nuestra ruta ideal
El recorrido comienza siguiendo un congelado río San Lorenzo hacía Rivière-du-Loup, una pequeña ciudad famosa por sus panorámicas como de postal. En el camino, rodeado por auténticos muros de nieve, es imposible no maravillarse con este reino congelado de ensueño.
Después de pasar la noche en un acogedor hotel comienza la verdadera aventura, y qué mejor bienvenida que una gélida mañana con -40º C; pero una capa de ropa extra, protector solar y la promesa de un tradicional desayuno québécois en un bistró local son la motivación suficiente para animarse a salir a la intemperie.
Los huevos fritos con tocino, salchichas canadienses, pan tostado y frijoles con miel de arce valieron la pena; y con el estómago lleno y lo ánimos al máximo es momento de continuar la travesía, esta vez hacia el Parque Nacional del Bic.
Se trata de una zona protegida con más de 33 kilómetros cuadrados de bosque y un estuario que alberga una de las mayores poblaciones de focas comunes y grises en la región. Pero no hay que dejarse engañar, a pesar de que el invierno ha cubierto de blanco la totalidad del bosque, las actividades al aire libre no hallan descanso en este sitio.
En el Centro de Visitantes Rivière-du-Sud-Ouest, las famosas fatbikes están a la renta para transitar por los más de 15 kilómetros de circuito nevado gracias a sus gruesos neumáticos.
Después de una divertida mañana de deslizarse, pedalear y caer en la nieve es momento de retomar el camino junto al río hasta Rimouski, un histórico enclave estratégico para el comercio y la navegación fluvial del estuario, y cuyo papel fundamental en la historia náutica de Canadá se puede apreciar en el Sitio Histórico Marítimo de Pointe-au-Père, a poco más de 10 kilómetros del centro.
Ahí, un faro octagonal de punta roja se levanta a 33 metros –el segundo más alto en la costa este de Canadá– para rememorar los tiempos en que guiaba a centenares de navíos con luz y sonido debido a la densa neblina del San Lorenzo.
A unos cuantos metros, sobre el río y entre enormes bloques de hielo, te encontrarás con el submarino HMCS Onondaga, el cual funciona como un buque-museo y presenta objetos de la vida cotidiana en las profundidades del océano. Y, más allá, el Empress of Ireland Pavilion y su estructura ladeada hacen eco de la tragedia de 1914, cuando un trasatlántico canadiense impactó contra un buque noruego y se hundió en 14 minutos, ocasionando la muerte de 1012 personas. El peor desastre marítimo del país.
El siguiente punto, una parada para resguardarse un poco del frío, parece digno de un clásico cuento navideño. Domaine Valga es una finca de 120 hectáreas ubicada en el lado occidental del famoso centro de esquí de Mont-Comi. Inmersa en el paisaje forestal de Lac des Frères, esta posada ofrece cabañas rústicas y habitaciones fabricadas por las propias manos de su dueño, Éric Gagné, leñador y empresario.
Nada mejor para cerrar este intenso día de actividades que una cena casera de sopa de cebada, estofado de patas de cerdo y salmón con miel acompañada de una copa de whisky frente al fuego.
A la mañana siguiente, la naturaleza llama para ser explorada y tener la posibilidad de encontrar algún animal silvestre de la zona como pájaros carpinteros, búhos, castores, alces, patos y venados cola blanca. Y no hay mejor lugar para hacerlo que el Bosque del Maestro Cuervo y sus más de 1.6 kilómetros de circuitos aéreos con tirolesas, redes, pasarelas y puentes colgantes.
Pero ninguna de tus anécdotas estaría completa sin contar cómo fue viajar en un trineo jalado por perros, una experiencia única que puedes vivir en Fournier Outdoor’s Outfitte donde, además de convivir con los hermosos huskies siberianos podrás admirar la belleza natural del bosque Gaspé.
El segundo día lo terminamos en la microcervecería La Captive que ofrece comida y cerveza regional en las instalaciones de una vieja prisión federal. Algo que no encontrarás en ningún otro lugar.
El tercer día lo reservamos para visitar la capital de Quebec, donde encontrarás el famoso Hôtel de Glace, un proyecto que nació para experimentar una aventura de invierno sin igual en una estructura con más de 42 recámaras temáticas esculpidas en hielo, además de espacios comunes como una capilla y un bar congelado con los tragos insignia del hotel.
Pero, si antes de volver a casa quieres retarte cara a cara con el frío que tan ansioso buscabas cuando llegaste a Quebec, las cascadas Montmorency son un punto obligado, uno que sólo los más valientes se atreven a desafiar.
En estas cascada, 30 metros más altas que las cataratas del Niágara, aficionados y profesionales se reúnen durante el invierno para hacer escalada en hielo.
Metro tras metro, esta desafiante subida te enseñará la fuerza que se requiere para dominar una pared de hielo puro, pero una vez en la cima, y con la panorámica invernal más alucinante que puedas imaginar, podrás respirar aliviado. La misión se cumplió, conociste el frío, el auténtico frío, y lo conquistaste.
Es tiempo de volver al calor del hogar.
Por: Erick Pinedo