Hay pocos gozos sutiles tan magníficos como sentir el envite de las olas sobre las plantas de los pies. Así, discretamente, parecen devolver algo de paz a quienes vivimos en las ciudades, lejos del mar y la playa. En ese trance costero, pocas veces nos preguntamos por qué es que el movimiento de las olas siempre se estrella contra la arena.
Sin embargo, existe una razón matemática que explica este fenómeno natural. En su raíz, nace de una transferencia de energía entre el viento y los mares. Específicamente cuando los cuerpos de agua se ven limitados por tierra, el recorrido se interrumpe con la costa. Así funciona.
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Luz María García García es doctora en Matemática Aplicada. Se desempeña como directora e investigadora en el Centro Oceanográfico de A Coruña (IEO-CSIC) y, en una entrevista con El País, explica que el movimiento de las olas no se limita al mar. Por el contrario, también se aprecia en otros cuerpos de agua, como lagos y ríos.
En principio, detalla la especialista, se trata de ondas de energía que se dispersan sobre la superficie del agua al entrar en contacto con el viento:
«Para generarlas, el viento le transfiere energía al agua del mar: primero se forman pequeñas perturbaciones en la superficie que van creciendo para dar lugar a olas más grandes».
Sin embargo, antes de que ocurra todo esto, debe de existir el estímulo del detalla Iván Darío Correa, doctor en Geología Marina. Cuando su luz calienta la atmósfera terrestre, genera el viento que, a su vez, crea el movimiento de las olas. En la misma entrevista, García explica que el tamaño depende de tres factores principales:
Cuando estas ondas de energía cinética sobre la superficie del mar se encuentran con algún fragmento de isla o masa continental, generan el sonido suave de las olas que se estrellan contra la playa. Esto no sucede, por ejemplo, en el mar abierto: por el contrario, las olas pueden moverse a donde quieran, sin restricciones de dirección o recorrido.
Cuando las olas se acercan a la playa, parece que se hacen más altas. A este fenómeno se le conoce como aproximación a la costa. En él, explica García, se unen dos energías diferentes que componen el movimiento de las olas. A saber, la cinética y la potencial:
«En aguas más profundas, la mayor parte de la energía es en forma de energía cinética, pero al acercarse a la costa, las olas pierden velocidad al sentir el fondo, es decir, disminuye su energía cinética y es transferida a energía potencial, que hace que aumente la altura de las olas, que finalmente acaban colapsando y rompiendo en la playa, donde liberan su energía.»
Desde la playa, a nosotros sólo nos toca observar el espectáculo. A una distancia prudencial, también se puede escuchar cómo cantan al reventar contra la arena.
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