La fotógrafa Tamara Blazquez se adentra en los bosques de la Ciudad de México para luchar por su conservación. Ésta es la historia
Esta es la segunda entrega de la investigación sobre los bosques de Chichinautzin-Ajusco. Lee la primera parte aquí.
La tala clandestina se denuncia desde hace muchos años por los pobladores y protectores de los bosques del corredor biológico sin que autoridades tomen cartas en el asunto.
El 27 de agosto de 2023 me uní a los compañeros de los Bienes Comunales de San Miguel Topilejo a las actividades de limpieza y reforestación en los bosques de Topilejo, que abarcan parte del sur de Tlalpan y una parte de Xochimilco y Milpa Alta colindando con Morelos y el Estado de México.
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El daño
Nos encontrábamos entrando en el bosque cuando de repente pudimos escuchar a lo lejos los estridentes disparos de los talamontes como señal de que sabían que estábamos “en su territorio”.
Al llegar al punto donde serían las labores y bajar de las camionetas el daño al bosque era evidente. Zonas que debían estar tupidas se convertían en llanos y los suelos quedaban adornados por los restos de pinos que los talamontes dejaban abandonados.
Esto me lo explicó el biólogo Mario en las anteriores salidas cuando nos topamos con los restos de la tala:
«Los talamontes al cortar un árbol, no se lo llevan completo, se llevan solo una parte del tronco, aquella sin ramificaciones, que mide alrededor de 2.50 metros. Cuando los nudos o ramas comienzan a aparecer en el tronco, esta parte ya nos les sirve como madera, por lo que es común que en zonas afectadas por esta actividad clandestina, no solo se vean los tocones de los árboles, sino unos 5 o más metros de árbol con ramas tirados en el suelo, lo cual se convierte en combustible para los incendios forestales ocasionados también por los talamontes.»
A quienes fuimos a documentar se nos extendió la invitación para trasladarnos a zonas aún más afectadas por la tala y al llegar al primer punto, pudimos notar la “masacre” como la llamó el comisariado de Topilejo.
La masacre en el Ajusco
El Comisario de San Miguel Topilejo caminando por la zona de bosque que un par de semanas previas al 27 de agosto, día de esta visita, se encontraba intacta.
Una zona anteriormente llena de pinos y vida, ahora era un «llano» silencioso, sin aves ni animales donde imperaba ese olor a pino tradicional Navideño que asociamos con el bosque, los árboles y la vida, pero que esta vez ese aroma no era por la presencia de árboles vivos, sino por los pinos muertos.
En esta zona, uno de los compañeros llamó mi atención hacia un par de “rieles” que los talamontes utilizan para transportar los troncos más rápido. Estos rieles se hacen con otros troncos de árboles más delgados que no les sirven. Así, ruedan con facilidad los troncos más gruesos hacia sus camionetas, mientras estos pinos más jóvenes se quedan ya muertos en el suelo “sin valor alguno”.
Después de pasar un rato documentando la masacre, el clima cambió y comenzó a llover, así que volvimos al punto donde estaban el resto de la brigada y voluntarios reforestando.
Este texto fue escrito por Tamara Blazquez, fotógrafa conservacionista, activista y educadora ambiental, puedes conocer más de su trabajo aquí.
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