Aunque el uso de cubrebocas ha mitigado la propagación del virus, ha traído un costo ecológico que cobrará una factura alta a varias generaciones.
Para mitigar la propagación de Covid-19, diversos países del mundo han adoptado protocolos estrictos. Entre las diversas medidas que se han implementado, una de las más ampliamente aceptadas es el uso obligatorio de cubrebocas en los espacios públicos, donde es más posible que se contraiga el virus.
A pesar de que el cubrebocas se ha convertido en un artículo de uso personal cotidiano, la duración de su vida útil ha traído sobre el entorno graves problemas de contaminación. Hoy, la vida silvestre en diversas regiones del mundo ya está sufriendo las consecuencias de un uso poco responsable a nivel ecológico de estos artículos desechables.
Vida útil vs vida silvestre: ¿qué pesa más?
La vida útil promedio de un cubrebocas KN95 es de 8 horas de uso continuo. A diferencia de otras mascarillas, ésta ha demostrado ser muy eficaz para evitar la transmisión del virus, ya que captura hasta el 95 % de las partículas que se encuentran en el aire. Sin embargo, después de este periodo, es recomendable reemplazarlo, pues los filtros se desgastan con el uso constante.
Según el Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), este artículo médico puede volverse a usar hasta cinco veces. Para que esto sea posible, debe de seguir un esquema de rotación de cubrebocas, en el que se use uno distinto por cada día. Además, se debe de dejar reposar una unidad para poder usar las demás.
A pesar de que esto es cierto, muy poca gente sigue este esquema de uso, desechando los cubrebocas indiscriminadamente. Debido a esto, diversas áreas protegidas en el mundo están recibiendo la basura producida a partir de ellos. El problema no sólo radica en los cubrebocas desechados en una sola pieza, sino en el hecho de que, al degradarse, generan microplásticos que contaminan los subsuelos y los cuerpos de agua.
Por esta razón, a mediano y largo plazo, los animales y las plantas también se ven afectados. Los desechos plásticos pueden asfixiarlos y destruir sus ecosistemas, ya que muchas veces los confunden con alimentos. Al ingerirlos, es cuestión de tiempo para que pierdan la vida después de un proceso largo y doloroso de digestión.
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¿Qué hacer para reducir la contaminación?
Las mascarillas reutilizadas se han comercializado como la alternativa más ecológica a las opciones de plástico. Sin embargo, no necesariamente eliminan por completo un impacto negativo en el planeta. A pesar de que evitan el desecho indiscriminado de estos artículos, puesto que pueden lavarse, los detergentes que se utilizan para sanitizarlas también contaminan las aguas y los subsuelos.
Sin embargo, se ha llegado a un consenso con respecto a un uso más responsable de cubrebocas. De manera general, la clave está en cómo se limpian estos artículos reutilizables, de acuerdo con el equipo de University College London. Éstas son algunas de sus recomendaciones:
- Utilizar cubrebocas reutilizables sin filtros desechables, que puedan lavarse a máquina con regularidad sin que la tela se dañe.
- Tener un repuesto limpio por si algo le pasa al cubrebocas «base», de manera que no se tenga que comprar uno desechable.
- Si se desecha un cubrebocas de plástico, debe de ser en un bote de basura con tapa.
- Nunca tirar cubrebocas desechables en el bote de basura para reciclaje.
- Y sobre todo: nunca tirarlos en la calle.
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