La decisión de China con el carbón beneficiará al planeta; sin embargo, no será suficiente para desacelerar la crisis climática.
En un sorpresivo anuncio, el presidente de China, Xi Jinping, informó al mundo que el país más poblado del mundo detendrá su participación pública en la construcción de plantas de carbón en el extranjero.
Con un escueto videomensaje grabado, el mandatario especificó que China “reforzará su apoyo a países en desarrollo para fomentar las energías verdes y bajas en carbono, y no construirá más centrales eléctricas de carbón en el extranjero«.
China es el principal emisor de gases de efecto invernadero a la atmósfera, un puesto que arrebató a Estados Unidos en 2008 y que ha mantenido desde entonces. En 2019, China emitió más de 10 mil millones de toneladas de CO2, una diferencia sustancial respecto al segundo lugar en la lista, EEUU y sus 5.3 mil millones de toneladas.
Responsable de una cuarta parte de las emisiones globales de estos gases, sus políticas energéticas en el futuro inmediato definirán en gran medida la gravedad de la crisis climática en puerta y la aceleración del calentamiento global y sus efectos.
A pesar del anuncio, realizado durante la Asamblea General de Naciones Unidas celebrada en Nueva York, China no especificó el alcance del mismo, fecha de inicio de estas medidas, ni los proyectos relacionados con energías verdes en países de desarrollo.
La nueva política china en el extranjero traerá repercusiones positivas para el ambiente; no obstante, la principal preocupación de expertos y ambientalistas radica en la alta dependencia del carbón al interior del país: tan solo hasta agosto de 2021, se tiene registro de la construcción de 60 nuevas centrales de carbón en el territorio chino.
Al mismo tiempo, China ya es líder mundial en generación de energía solar y eólica; sin embargo, su camino para dejar de usar carbón para generar electricidad aún requiere de enormes esfuerzos.
En el último año, el presidente Xi Jinping ha reafirmado dos metas en la política energética china que al mismo tiempo, son objetivos clave para reducir los efectos de la crisis climática global: alcanzar su punto máximo de emisiones de carbono antes de 2030 y conseguir la neutralidad del carbono en 2060.
Ahora lee:
Metano: el gas de efecto invernadero 34 veces más potente que el dióxido de carbono