La Ciudad de México alberga cerca de 25 millones de habitantes. De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en la capital mexicana transitan un promedio de 5 millones 400 mil coches todos los días. La altísima concentración poblacional, aunada al uso constante de vehículos particulares, hacen que la contaminación por partículas suspendidas sea un problema constante.
El domingo 28 de marzo, la contaminación por este tipo de agentes nocivos para la salud y el medioambiente se disparó a niveles que no se habían visto en años. Según el reporte de Calidad del Aire del Gobierno de la Ciudad de México, superó por seis veces el límite aceptable para poder salir sin repercusiones sanitarias. En medio de la pandemia por COVID-19, las cifras alarmaron gravemente a las autoridades locales.
Debido a la actividad humana, la composición del aire natural en la Ciudad de México se modifica. El transporte, la industria y la generación de energía producen sustancias que deterioran notablemente la atmósfera, y pueden tener impactos negativos en la salud de los habitantes, particularmente a nivel respiratorio y cardiovascular.
Las sustancias que más alarman a las autoridades son las partículas suspendidas, a las que se asocia el aumento en el número de visitas a salas de emergencia en los hospitales. Por esta razón, el gobierno capitalino instituyó el Sistema de Monitoreo Atmosférico (SIMAT), que se encarga de medir diariamente los contaminantes en el aire.
Los principales responsables de este deterioro son los gases producidos por la quema de combustibles fósiles para el transporte. Esta condición se intensifica ya que la ciudad está coronada por volcanes, que obstaculizan el paso de las corrientes de viento que podrían despejar el espacio de partículas suspendidas, que se categorizan a nivel estatal por su tamaño y origen.
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Este fin de semana, el nivele de partículas PM10 llegó a los 581 puntos en algunas zonas de la capital mexicana. En la escala oficial, 100 es el límite más alto establecido como aceptable.
Sin embargo, las autoridades locales no declararon una alerta formal por contingencia, debido a que el índice se calcula a través de un promedio ponderado de 12 horas, cuyo valor límite para declarar la fase uno de contingencia ambiental es de 215 puntos y el promedio del domingo fue de 169 puntos.
Diversos estudios se han conducido con respecto cómo afecta el aumento de las partículas suspendidas al ambiente. Entre las consecuencias más graves, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), se encuentran la acidificación de cuerpos de agua, la pérdida de nutrientes en el suelo y una merma considerable en la diversidad de especies animales.
En otras ocasiones, esta cifra hubiera sido suficiente para una calificación atmosférica de “extremadamente mala”, según el monitoreo de la ciudad. Esto es así porque la exposición constante a estas sustancias incide directamente en los pulmones y en el corazón.
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