No hay continente menos explorado por la humanidad que la Antártida, un desierto de hielo con las temperaturas más bajas del planeta y el único sin residentes permanentes.
A pesar de ser una región inhóspita para el resto del mundo, de la inexistencia de ciudades, industrias o asentamientos humanos en su territorio, la fauna de la Antártida lleva consigo las huellas de la contaminación del medio ambiente.
Un nuevo estudio de la Universidad de Murcia pionero en investigar los niveles de mercurio en la red alimentaria antártica descubrió que las plumas de los pingüinos poseen altos niveles de mercurio, una tendencia que se agrava cada vez más conforme la temperatura de la tierra aumenta derivada de la emergencia climática y el derretimiento de los polos.
El equipo tomó como referencia a los pingüinos para medir el nivel de mercurio en la Antártida y reveló que los metales pesados se introducen a la cadena alimentaria a partir del krill, fundamental en los ecosistemas antárticos:
«Los pingüinos, al situarse en la parte alta de la cadena alimentaria, ser abundantes en la Antártida, tener un largo periodo vital y un nicho ecológico permanente, son muy buenos biomonitores ya que bioacumulan el metal que se biomagnifica en la cadena alimentaria, es decir, que pueden ser una prueba representativa para ver el estado de contaminación de la zona”, explica Miguel Motas, investigador y uno de los autores del estudio.
La concentración más alta de mercurio se encontró en las plumas de pingüinos barbijo de la isla Rey Jorge, una superficie de 95 kilómetros de largo donde se encuentra el único asentamiento humano permanente del lugar, gestionado por el ejército de Chile.
El equipo a cargo de la investigación considera que los altos niveles de mercurio en esta especie se deben a su situación geográfica y una mayor cercanía con el extremo austral de Sudamérica y por lo tanto, con “fuentes antropogénicas”.
A pesar de que los niveles de mercurio aún no son tóxicos para los pingüinos, su capacidad de biomagnificación conforme avanza en la cadena alimentaria supone un “riesgo muy alto” para todos los seres vivos que habitan en la Antártida.
La investigación publicada en el International Journal of Environmental Research and Public Health considera que los resultados son “reflejo del alto grado de contaminación medioambiental en todo el planeta que llega a incidir incluso en zonas tan protegidas como la Antártida”, un territorio prácticamente virgen que enfrenta tanto la contaminación, como la crisis climática antropogénica.
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