Como consecuencia de una ola de calor extremo, miles de especies salvajes han padecido asfixia y estrés ecológico por las altas temperaturas.
Norteamérica ardió a más de 50ºC durante varios días este verano. Después de una ola de calor extremo devastadora, cerca de 1000 millones de animales marinos murieron, literalmente, cocinados en las costas Oeste de Canadá. Entre las víctimas hubo estrellas de mar, moluscos y una diversidad amplia de peces, que no están acostumbrados a las temperaturas cada vez más elevadas de los océanos. El fenómeno se está apreciando ahora en los bosques de Estados Unidos. En tierra firme, el panorama no pinta mejor en lo absoluto.
Un salto precoz
Así como los moluscos murieron quemados vivos en las playas de Canadá, los polluelos de halcón decidieron saltar de sus nidos en busca de agua. En lugar de esperar a que sus alas maduraran para emprender el vuelo con seguridad, se lanzaron desde las copas de los árboles buscando otra alternativa para protegerse del calor, según la cobertura de la corresponsal Natasha Daly de National Geographic.
En total, 50 crías de halcón Cooper y Swaison fueron rescatadas del suelo, bajo las copas de los pinos en Oregon y Washington. Debilitados y en deshidratación crítica, fueron transportados al centro de rehabilitación Blue Mountain Wildlife, que se especializa en tratar casos de aves rapaces. Según los veterinarios que atendieron a las víctimas, el problema radicó en que la ola de calor coincidió con la temporada de animación de la especie.
Según Lynn Tompkins, directora del centro veterinario, si los polluelos hubieran tenido más fuerza en las alas, hubieran logrado escapar del calor extremo. Asimismo, si tuvieran plumas suficientes, no tendrían problema con regular su temperatura corporal. Sin embargo, dada su corta edad, no tuvieron de otra más que abandonar el nido de manera muy precoz: «[…] eran solo bebés suaves», se lamenta, «y no había nada que hacer más que salir de apuros».
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Estrés y asfixia
El caso de las crías de halcón es emblemático para la crisis ecológica que se está viviendo en Occidente. Como consecuencia del calor extremo, los animales salvajes han tenido que llegar hasta las últimas consecuencias para encontrar una manera de escapar del estrés y la asfixia provocados por las altas temperaturas, cada vez más insoportables.
En busca de un espacio más frío y sombreado, los animales de ecosistemas antes templados han sido orillados a buscar otras alternativas. Sin embargo, conforme las olas de calor sean más frecuentes y agresivas, su capacidad de adaptarse y sobrevivir se verá significativamente mermada. Los halcones estadounidenses no son los únicos afectados por estas nuevas tasas de mortalidad, cada vez más graves.
Aunque los factores ambientales siempre han cobrado vidas a lo largo de la historia natural del planeta, estas nuevas condicionas adversas se decantan de la actividad humana excesiva. El verdadero problema en la actualidad es que no existe la suficiente variación genética para que las especies que logren adaptarse al ritmo rápido de cambios en el medio ambiente.
Al respecto, Mažeika Sullivan, profesor de la Escuela de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la Universidad Estatal de Ohio, asegura que el calor extremo es sólo uno de los obstáculos a los que la vida silvestre se enfrentará en el futuro cercano. La sequía, los incendios forestales intensos y los hábitats cada vez más fragmentados se interpondrán pronto entre las especies y su subsistencia en la naturaleza. Las víctimas, al mismo ritmo de las temperaturas, irán a la alza.
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