No sólo es la catástrofe ecológica: el cambio climático también provocará un daño cognitivo derivado de las altas concentraciones de C02 en la atmósfera.
A pesar de los esfuerzos internacionales por reducir las emisiones de carbono nocivas para el medioambiente, es una realidad que el siglo XXI es el más cálido del que se tiene registro. Los niveles urbanos de concentraciones de gases de efecto invernadero no sólo provocarán un desastre ecológico sobre diversas especies y ecosistemas, sino que tendrá afectaciones importantes en el cuerpo humano. Una de ellas, es la cognición.
Un estudio dirigido por CU Boulder sugiere que, para fines de este siglo, quienes hayan estado expuestos durante largos periodos de tiempo a concentraciones de CO2 importantes habrán reducido significativamente el funcionamiento del cerebro. Particularmente, en términos de la capacidad elemental de toma de decisiones, e incluso, el pensamiento estratégico complejo. La ciencia explica porqué.
Un impacto negativo en la cognición
Según las estimaciones de este equipo de científicos, para entonces, las personas podrán estar expuestas a a niveles de CO2 en interiores de hasta 1400 partes por millón. Esto triplica las condiciones actuales al aire libre, y supera por mucho los límites aceptables de lo que un ser humano puede experimentar naturalmente.
El estudio fue publicado en la revista científica GeoHealth, de AGU. Con respecto a estos cálculos, el autor principal del artículo, Kris Karnauskas, miembro del CIRES y profesor asociado en CU Boulder, destacó lo siguiente con alarma:
“Es asombroso lo altos que llegan los niveles de CO2 en espacios cerrados. Afecta a todo el mundo, desde los niños pequeños apiñados en las aulas hasta los científicos, los empresarios y los responsables de la toma de decisiones y la gente normal en sus casas y apartamentos”.
Es una realidad que los niveles nocivos de CO2 en el ambiente no discriminan entre especies animales, posición socioeconómica, género ni edad. Por esta razón, los científicos de CU Boulder sugieren ampliamente una modificación en los espacios públicos y privados, hacia estructuras más abiertas que permitan una ventilación de las áreas comunes más propicia.
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El CO2 se acumula
Una de las coautoras de la investigación, Shelly Miller, profesora de la escuela de ingeniería de la universidad, señala la importancia del aire fresco para propiciar una cognición saludable. El problema, según sugiere el estudio, no sólo estará en el cerebro, sino en la cantidad de CO2 que se acumule en la sangre. Por esta razón, la experta sugiere lo siguiente:
«[…] la ventilación de los edificios normalmente modula los niveles de CO2 en los edificios, pero hay situaciones en las que hay demasiada gente y no hay suficiente aire fresco para diluir el CO2».
Además de acumularse en la sangre —y de contaminar el oxígeno que transporta al cerebro—, este compuesto se comporta de una manera similar en los espacios cerrados. Si una habitación permanece cerrada durante largos espacios de tiempo, es menos probable que las personas que la habiten respiren aire limpio.
Uno de los efectos más inmediatos de esta contaminación en los espacios interiores es la somnolencia, incapacidad de concentración y ansiedad que las personas experimentan. Al no recibir el oxígeno que necesitan, el organismo inmediatamente responde a un entorno hostil de esta manera. Eventualmente, estos síntomas se traducen en afecciones importantes a las funciones cognitivas, desde las más básicas hasta las más complejas.
Esta situación se agrava en sitios en los que generalmente hay concentraciones grandes de personas, ya que con su exhalación, los niveles de CO2 incrementan en el espacio. Karnauskas y Miller trabajaron de la mano con ambientalistas y psicólogos para corroborar sus hallazgos, con resultados no muy favorables para la cognición humana en el mediano y largo plazo.
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