Es un lugar común pensar en el Amazonas como el pulmón del planeta. A pesar de que dependemos en gran parte de la diversidad de especies vegetales y animales que habitan en la selva húmeda más grande del mundo, es una realidad que la mayoría del oxígeno de la Tierra se produce en otro sitio —mucho, mucho más frío, con organismos microscópicos.
Se estima que entre el 50 y el 60 % del oxígeno que respiramos es producido por el fitoplancton marino, microorganismos exclusivamente vegetales, que tienen una impresionante capacidad fotosintética.
Dispersos en el agua, son una pieza clave para la producción del oxígeno que necesitamos para respirar en la atmósfera. Los contaminantes y el aumento en la temperatura de los polos, sin embargo, están terminando con ellos, según explica Sergio Licea Durán, responsable del Laboratorio de Fitoplancton y Productividad del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM:
“Al experimentar el impacto de los contaminantes, su ambiente también se altera; más aún, algunos desechos de las grandes ciudades sirven de alimento a microorganismos, causando las llamadas mareas rojas”.
Por esta razón, la comunidad científica está de acuerdo en que el verdadero pulmón del planeta no está en los bosques, sino en los océanos. En gran medida, gracias a este tipo de alga microscópica, las especies aerobias terrestres y marinas pueden respirar. Sin embargo, poblaciones enteras de fitoplancton están desapareciendo de los mares.
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Un equipo de científicos argentinos se percató de que el aumento de temperatura en la Antártida está terminando con las poblaciones de fitoplancton. Con la disminución de la salinidad en los mares del norte, estos microorganismos están desapareciendo a ritmos alarmantes.
El derretimiento de los glaciares polares, típicamente de agua dulce, está afectando la salinidad de los mares del norte. Julieta Antoni, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científica y Técnicas de Argentina (CONICET), destacó lo siguiente con respecto a la problemática:
«En la Antártida, además, por el aumento en el deshielo asociado a este aumento de temperatura, se vierte una mayor cantidad de agua dulce en estas bahías marinas que poseen aguas saladas. Entonces, lo que nosotros estudiamos es qué ocurre con el fitoplancton si se dan estas condiciones de altas temperaturas y baja salinidad».
De la misma manera, esta merma afecta a las especies que dependen del fitoplacton para vivir. Sus depredadores naturales, como el krill, descienden con la disminución de estas poblaciones. De la misma manera, sin krill disponible, diversos tipos de ballenas se quedan sin alimento.
El problema se ramifica a dimensiones que no se tenían contempladas hasta hoy. El balance de los ecosistemas polares está en peligro grave con la desaparición de estos microorganismos fotosintéticos. Mientras no se detengan los implacables efectos del calentamiento global antropogénico, las cifras no son prometedoras en lo absoluto.
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