Cada verano pasa lo mismo. En el puerto de Whittier, Alaska, miles de barcos se detienen. Algunos vienen por turismo. Unos cuantos son yates o veleros. Otros más son pesqueros industriales, y van para extraer especies nativas de los mares del norte. A raíz de la pandemia, este tráfico se vio forzado a disminuir, como consecuencia de las restricciones sanitarias impuestas por el Estado. Poco tiempo después, el IPCC lanzó su informe más completo con respecto a la crisis climática y, a causa del deshielo, una amenaza de un tsunami devastador llegó a Alaska.
La alerta de tsunami en Alaska no es nueva para los pobladores de Whittier. Por el contrario, han sabido de la problemática por generaciones. Incluso en la década d los 60, después de un terremoto fuerte, una ola de más de 7 metros arrasó con la infraestructura local.
Casi 6 décadas más tarde, este tipo de destrucciones se hacen todavía más presentes, debido a que la crisis climática está desequilibrando la región a nivel ecológico. Desde entonces, sólo en 2015 se presentó un evento similar.
A medida que las laderas pierden el refuerzo natural de los glaciares, el control que se tenía sobre el ecosistema antaño tiende a flaquear. Según un comunicado del Departamento de Recursos Naturales de Alaska, los eventos de tsunami provocados por el deslizamiento de tierra son cada vez más comunes. Las pérdidas humanas podrían convertirse pronto en una realidad para Whittier, así como para otras comunidades que viven con la misma problemática en el norte del planeta.
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Los eventos anteriores de tsunami en Alaska sucedieron en parajes remotos. Sin embargo, en la actualidad los científicos locales están preocupados por el caso de la pendiente inestable en Barry Arm. Se encuentra en un fiordo estrecho de paredes empinadas en Prince William Sound. Dada la cercanía con Whittier y otros pueblos aledaños, las consecuencias en la población podrían ser devastadoras.
Según el mismo comunicado, el deslizamiento podría tener 10 veces la energía de los eventos anteriores. Este fenómeno se detectó por primera vez en 1957. Como consecuencia del derretimiento del permafrost, los tsunamis por desprendimiento no sólo se han acelerado, sino que se han vuelto todavía más catastróficos. El estimado es que Barry Arm falle en un periodo de 20 años.
Sin embargo, el ritmo que está tomando la crisis climática hace este lapso mucho más estrecho. Los geólogos estadounidenses aseguran que, como la situación es tan inestable, el tsunami podría suceder en apenas un año. La pauta la está marcando el retroceso del permafrost que, al alejarse de las laderas, deja de inhibir el paso de la tierra hacia el mar. Hoy, la roca se está desmoronando.
A pesar de que la gente local es consciente de los riesgos, la mayoría mantiene una actitud muy laissez-faire al respecto. Aún así, evitan el área cercana a Barry Arm, que con cada día que pasa se convierte en una zona peligrosa. Las autoridades locales están monitoreando de cerca el deshielo para poder actuar en caso de que el desastre les alcance antes. Cualquier plan de evacuación, sin embargo, está sujeto a la inestabilidad misma de la amenaza.
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