La industria turística impulsada por el consumo recreativo de plantas sagradas amenaza el ecosistema y territorio sagrado del pueblo wixárika.
Las prácticas ceremoniales del pueblo wixárika se extienden miles de años atrás. Unidos por la lengua yuto-nahua, se trata de un grupo étnico mexicano presente en los estados desérticos del norte. Históricamente, reconocen al desierto como un lugar sagrado, de donde emanan plantas que les permiten comunicarse con sus dioses. El consumo recreativo del peyote, sin embargo, podría amenazar esta larga trayectoria mística.
El abuelo en la mística wixárika
En promedio, un brote de peyote (Lophophora williamsii) tarda en crecer 15 años. Acostumbrada a las condiciones precarias del desierto, esta especie puede pasar largas temporadas sin recibir agua. Entre los wixárika —conocidos en el mundo occidental como huicholes—, es una de las plantas sagradas fundamentales.
Entre los pobladores originarios de San Luis Potosí, en los desiertos al norte de México, se conoce al peyote como «el abuelo«. El apodo responde a los largos años que tardan en crecer. Además, esta especie juega un papel categórico en los rituales tradicionales de esta zona del país, ya que permite experiencias religiosas gracias a sus propiedades psicotrópicas.
Así como forma parte sustancial en la construcción cosmogónica del pueblo wirikuta, el peyote cumple funciones medicinales en su cultura. En los últimos años, como consecuencia del turismo de drogas, la ayahuasca amazónica se ha integrado a estas prácticas astrales. Para el pueblo wixárika, el consumo de estos productos de la tierra no es recreativo: por el contrario, los enlaza a nivel religioso, espiritual y social con el desierto, que consideran que es el territorio sagrado de donde emana el universo.
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Una industria turística colonialista
La búsqueda de plantas sagradas, sin embargo, se ha convertida en una motivación turística a nivel internacional. En un afán de tener experiencias místicas a partir de los efectos alucinógenos de estas cactáceas, una industria creciente se ha gestado en torno a las visitas guiadas por chamanes wirikuta.
A pesar de que, efectivamente, activa la economía potosina, en un afán de imitar o insertarse en las dinámicas mágicas de los pobladores originarios, la demanda de visitantes europeos, estadounidenses y de las grandes urbes mexicanas está superando por mucho a la oferta disponible, dada la misma naturaleza de maduración del peyote.
La intromisión de estas dinámicas económicas podrían estar incidiendo directamente en las tradiciones originales del pueblo wixárika que, desde la marginalidad, muchas veces prefiere adoptarlas que perder un ingreso. A pesar de esto, el turismo enteogénico está contribuyendo a la pérdida de tradiciones ancestrales inmemoriales, con un coste ecológico que apenas empieza a despuntar en el horizonte.
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