El Glaciar Thwaites es un área inusualmente grande de hielo en la Antártida. La NASA lo ha considerado como un parámetro de la salud de los bloques congelados en el polo sur de nuestro planeta. Por la superficie tan extensa que tiene, ha sido monitoreado de cerca, por su potencial de elevar el nivel del mar hasta extremos insostenibles. Coloquialmente, por esta razón, se le conoce como glaciar del ‘fin del mundo’.
Geográficamente, esta vasta región congelada desemboca en Pine Island Bay, en el extremo más austral de la Tierra. Recibe su nombre oficial del geólogo glaciar Fredrik T. Thwaites, quien dedicó la mayor parte de su carrera a estudiar la naturaleza y morfología de las formaciones de hielo en el polo sur. Después de años de que falleció el científico, el glaciar que heredó su nombre se considera como el «vientre débil» de la capa de hielo de la Antártida occidental.
Ésta es la razón.
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La quema de combustibles fósiles ha generado gases de efecto invernadero por décadas. A causa del ritmo acelerado con el que los utilizamos como fuente de energía principal, los casquetes de hielo que antaño recubrían los polos terrestres se han venido rápidamente a menos. El derretimiento glaciar del ‘fin del mundo’ es la expresión más preocupante de este deterioro ecológico.
Desde hace unos cuantos años, éste y otros glaciares antaño perennes de la Antártida han incrementado su flujo. Principalmente, por el alza en las temperaturas globales. De acuerdo con un estudio reciente, publicado en Nature Geoscience, el glaciar Thwaites está alcanzando sus niveles de deshielo más acelerados en más de 5 mil 500 años.
De acuerdo con el equipo internacional de científicos a cargo del estudio, esto podría provocar un alza aproximada de 3.3 metros en los niveles del nivel del mar en varios países. En consecuencia, el avance de las olas podría provocar la desaparición de poblados enteros.
Así lo explican los investigadores en el artículo:
«[…] las tasas actuales de levantamiento del lecho rocoso son un orden de magnitud mayor que la tasa de caída relativa del nivel del mar a largo plazo, lo que sugiere un cambio en la descarga de la corteza regional e implica que la desglaciación actual puede no tener precedentes en los últimos 5 mil 500 años».
Para la investigación, los científicos compararon sus mediciones con modelos existentes de la dinámica entre el hielo y la corteza terrestre. A partir de ello, reconocen que estos «no representaban con precisión la historia del nivel del mar», según escriben en un comunicado. Sin embargo, los resultados son valiosos para tener una ‘imagen más precisa’ de la Antártida, y de las consecuencias que la crisis climática global está teniendo sobre el continente helado.
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