Al inhalar las partículas PM2.5 de los incendios forestales, los pacientes graves de COVID-19 enfrentan una emergencia climática y sanitaria con el peor pronóstico.
Los picos de contagio producidos por la variante ola de calor extremo en Norteamérica ocasionó algunos de los incendios forestales más devastadores de los que se tiene registro hasta el momento. Para los pacientes graves de COVID-19, el hecho de que la calidad del aire empeorara como consecuencia del fuego no fue una buena noticia. En algunos casos, les costó la vida.
Víctimas de una emergencia climática y sanitaria
Los problemas se detonaron en efecto dominó. Como consecuencia de la alza en temperaturas del planeta, este verano se posicionó como uno de los más calurosos en la historia contemporánea. Así, la humedad en la atmósfera fue mínima. Los incendios forestales a lo largo de Estados Unidos y Canadá, por lo tanto, fueron todavía más incontenibles que en años pasados.
Tal es el caso del incendio Bootleg, que consumió un área equivalente a la ciudad de Los Ángeles. En esta misma temporada, un estudio reciente reveló que los incendios forestales contribuyeron a más de 19 mil casos graves de COVID-19, por las complicaciones respiratorias de no tener aire limpio. De estos, 700 terminaron en fallecimientos en Estados Unidos.
Publicada en Science Advances, la investigación reveló la relación íntima entre las partículas de humo venidas de la superficie quemada y el exceso de pacientes positivos que terminaron en muertes. La clave está en las partículas ‘PM2.5’, que son nocivas para el sistema respiratorio de los seres humanos y otros animales.
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Penetrar los pulmones
La acción de las PM2.5 se enfoca en penetrar los tejidos pulmonares. Son lo suficientemente pequeñas para hacerlo muy profundamente, y causar una inflamación en las células que recubren las vías respiratorias. De la misma manera, irritan las mucosas de la boca y la nariz. La exposición prolongada agrava el asma y una serie de padecimientos cardiacos.
Naturalmente, el humo de los incendios forestales coloca en una posición mucho más vulnerable a los pacientes de COVID-19. En lugar de enfocar su energía en combatir el virus, los anticuerpos del organismo prefieren enfocarse en las PM2.5. De esta manera, la enfermedad puede empeorar hasta las últimas consecuencias. Aunque el problema se identificó el año pasado, el panorama no ha mejorado en lo absoluto.
«Los incendios forestales exacerbaron la pandemia sustancialmente», enfatiza Francesca Dominici, autora principal del estudio, para National Geographic. Según la experta, entre más expuestas estén las personas a inhalar el humo tóxico, más difícil será superar la emergencia sanitaria por coronavirus. Con variantes cada vez más agresivas, y una creciente inestabilidad ecológica en el planeta, este tipo de eventos cruzados —y letales— podrían convertirse en una constante global de ahora en adelante.
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