46 % de los pantanos del ‘Jardín del Edén’ en Irak están completamente secos a causa de la crisis climática. Así luchan los campesinos por sobrevivir.
En el libro del Génesis, el primero del Antiguo Testamento, la tradición judeocristiana describe un lugar paradisiaco, en el que la naturaleza fue puesta al servicio de los primeros hijos de Dios. En el Jardín el Edén, Adán y Eva tenían el privilegio de nombrar a los animales y darles un uso para satisfacer sus necesidades —siempre y cuando se abstuvieran de probar el Fruto Prohibido en el Árbol del Conocimiento.
Durante siglos, diferentes civilizaciones se han desvivido por encontrar indicios de aquel paraíso perdido. A falta de respuestas, la ciencia occidental desistió en los intentos. Sin embargo, existen registros históricos que ubican al Jardín del Edén en Irak, cerca del Río Éufrates. Hoy, aquel vergel mítico está desprovisto de agua y vida casi por completo.
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Problemas en el Paraíso
‘Génesis’ se traduce como creación o nacimiento, por sudescripción de cómo Dios creó al mundo en siete días, así como todas las cosas que existen. Con ello, tiene sentido que la tradición judeocristiana ubique al Jardín del Edén como el lugar del que la vida brotó.
A más de 2 mil años de que este texto fue escrito, la crisis climática global amenaza al vergel bíblico en su ubicación real. Ubicado al sur de Irak, cerca de los antiguos Pantanos de Mesopotamia, el Jardín del Edén enfrenta una de las peores sequías en la historia del país.
Los campesinos locales tienen que caminar a lo largo de casi 10 kilómetros para encontrar agua, reporta la AFP. Sus búfalos y otros animales de ganado les acompañan bajo el sol de un desierto creciente, que promete extenderse más en los próximos años. Específicamente, en la frontera con Irán, los pantanos de Huwaizah han sido los más afectados: la vegetación está completamente devastada.
«Los pantanos son nuestro medio de vida, aquí pescábamos y nuestro ganado pastaba y bebía», cuenta a la agencia noticiosa uno de los campesionos locales, de 35 años, vecino de una aldea cercana a Huwaizah.
Hace casi una década, la UNESCO catalogó este espacio como Patrimonio de la Humanidad. Tanto por su peso histórico como por su biodiversidad, el Jardín del Edén era el espacio perfecto para la investigación científica y el turismo en Irak. Parece que esa época de bonanza económica y ecológica llegó a su fin.
Un vergel convertido en desierto
No es la primera vez que se sabe de la sequía extrema en Irak. Sólo este año, una ciudad entera antiguamente cubierta por el Tigris emergió de las profundidades. Completamente seca, esa sección del río permitió a los arqueólogos locales investigar edificios enteros, construidos hace más de 3 mil años. Así de graves son las bajas en el caudal.
Los campesinos que luchan contra la crisis climática en Irak han perdido varias cabezas de ganado por la falta de agua. «Llevamos más de dos años reclamando y nadie nos escucha», se lamenta uno de ellos. «No sabemos a dónde ir».
Históricamente, aunque la región es propensa a sequías severas, con una buena temporada de lluvias recuperaban su bonanza. Desde 2020, sin embargo, «46 % de los pantanales del sur de Irak, incluyendo Huwaizah y Chibayish, sufrieron pérdidas de agua en toda su superficie», documenta PAX, una organización holandesa de paz.
Según las imágenes satelitales que realizó la institución, el impacto es ‘desastroso’, y podría implicar consecuencias severas para más de 6 mil familias. Sin agua, no hay peces, seguridad sanitaria, ni acceso a los recursos hídricos elementales que necesitan para vivir. «Antes, cuando veníamos a los pantanos, había verdor, agua, paz», recuerda uno de los campesinos. «Ahora es como un desierto«.