Los efectos de la crisis climática provocada por la actividad humana son cada vez más evidentes. En los últimos días de un 2021 que será recordado por temperaturas récord en Siberia y Canadá, incendios forestales incontrolables en Grecia y California e inundaciones inéditas en Alemania y otras latitudes, la sequía que azota al este de Kenia está cobrando la vida de cientos de cabezas de ganado, animales salvajes y amenaza la seguridad alimentaria de la población local.
En noviembre de 2021, el Centro Sabuli de Conservación de Vida Silvestre ubicado en el condado de Wajir, al este de Kenia, dio a conocer la muerte de once jirafas en redes sociales tras el empeoramiento de una sequía impulsada por la falta de lluvias desde septiembre.
Un mes después, el fotógrafo y periodista Ed Ram captó algunos cadáveres de jirafas en su visita al poblado de Eyrib, a 450 kilómetros de la capital. Según Ram, la población local asegura que no ha llovido en los últimos dos años y se trata de la sequía más intensa desde que tienen memoria, un dato respaldado por las cifras oficiales que estiman, ha caído menos del 30 % de lluvia promedio en la región en el último año.
Los restos de las jirafas en descomposición captados desde el aire muestran que murieron después de quedar atrapadas en el barro mientras trataban de beber en un depósito casi seco.
En otra publicación, el Centro Sabuli explicó que también el ganado (su sustento de vida) se estaba «acabando lentamente a medida que aumenta la ausencia de lluvias debido al cambio climático» y llamó a los líderes de la COP26 que se celebraba de forma simultánea a evitar su indiferencia y hacer algo al respecto.
En el último año, Madagascar ha enfrentado dos sequías extremas consecutivas, consideradas las peores de los últimos 40 años. Según Naciones Unidas, 1.3 millones de personas en la isla enfrentan inseguridad alimentaria, una situación alarmante considerada como la primera hambruna del cambio climático.
En octubre de 2021, una nueva investigación dirigida por la Vrije Universiteit Brussel y publicada en Science proyectó el contraste entre los fenómenos climáticos extremos que vivirá la generación que nació en 1960 y la de bebés nacidos durante 2020. El modelo determinó que los nacidos en esta década enfrentarán eventos extremos sin precedentes provocados por la crisis climática:
“Un niño o niña nacido en 2020 será testigo de, en promedio, 2 veces más incendios forestales; 2,8 veces más pérdidas de cosechas; 2,6 veces más eventos de sequía; 2,8 veces más inundaciones fluviales; y 6,8 veces más olas de calor a lo largo de su vida en comparación con una persona nacida en 1960”.
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