El 2020 fue un año particularmente seco en América Latina. Sin lluvias, las sequías se convirtieron en un problema no únicamente a nivel de abastecimiento de agua para consumo humano. Así como nuestra especie necesita de ese recurso para vivir, la precipitación sostiene a la biodiversidad en los ecosistemas del mundo. Este año, sin embargo, los incendios del Amazonas no sólo estarán propulsados por la falta de agua.
La tala desmedida de la selva húmeda tiene un sustento económico. Con los estragos que ha dejado la pandemia por COVID-19 en Brasil y los países que comparten la Amazonía, la selva es explotada para obtener materias primas. A pesar de que estas acciones están sustentadas como un beneficio directo para los países que las llevan a cabo, son soluciones parciales a muy corto plazo.
Bajo lógica de explotación de recursos naturales, no se han previsto soluciones para los incendios del Amazonas. Por el contrario, año con año se sortean casi a tientas. Se tiene registro de que, sólo el año pasado, la deforestación en la selva húmeda alcanzó un alarmante 9.5 %, lo que provocó que el 2020 fuera un año incendiario para la Amazonía brasileña.
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Las políticas impulsadas por Jair Bolsonaro no están ayudando a mitigar la situación. Por el contrario: la explotación desmedida de los recursos en la selva provocó que el 2020 fuera el más devastador en cuanto a incendios forestales en el Amazonas en una década. Con el peso de la emergencia sanitaria encima, este año no podría ser muy diferente.
Las consecuencias a nivel de crisis climática ya están presentes en el ecosistema. El que antaño fungía como pulmón latinoamericano del planeta, hoy emite más dióxido de carbono del que puede absorber. Ésta no es una buena noticia en la agenda medioambiental, ya que está cobrando altas facturas en la biodiversidad y la atmósfera, según reporta Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) en Brasil.
222 mil 798 focos de fuego se registraron en 2020. Esta cifra supera en un 12.73% al año anterior. A pesar de las resistencias de los pobladores originarios que habitan la selva, los incendios del Amazonas se siguen propagando año con año, produciendo tasas de mortalidad cada vez más elevadas.
Por medio del programa DETER, el INPE detectó 8.426 kilómetros cuadrados de selva perdidos por la tala excesiva el año pasado. Esto dio campo abierto a que los incendios del Amazonas se propagaran sin control, tomando la vida de las especies vegetales y animales que ahí habitan. Muchas de estas hectáreas difícilmente son recuperables.
En el marco del Decenio de la Restauración, la Organización de Naciones Unidas plantea la misión urgente de devolver la funcionalidad a los ecosistemas perdidos bajo la mano humana. En los próximos 10 años, ése debería de ser el enfoque de los países, incluso a pesar de la actividad industrial.
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