Antiguamente, las noches eran espacios de descanso. Más allá de la luz del Sol, por milenios, los únicos que podían iluminar el firmamento eran los demás astros, con su resplandor tenue. Por esta razón, los animales se adaptaron para orientarse con las estrellas. Tal es el caso de los escarabajos que, por milenios, utilizaron el fulgor nocturno de la Vía Láctea como una referencia natural. Hoy, ese mapa estelar les ha sido privado como consecuencia de la actividad humana: la contaminación lumínica se los impide.
Año tras año, la intervención humana de los espacios naturales está privando a la noche de su oscuridad. Los ecosistemas están perdiendo ese espacio para restablecerse al caer el sol. Así también, las especies que dependen de la oscuridad están teniendo que adaptarse, a marcha forzada, a esta fuente de luz artificial constante, que les inhibe su ritmo circadiano original.
Un artículo reciente publicado en The Conversation aborda esta problemática en torno diferentes tipos de escarabajos. El texto está fundamentado en la investigación de James Foster, investigador de la Universidad Julius Maximilian de Würzburg. Según el experto, este estímulo artificial constante durante la noche está dañando la visión de miles de especies. Así como inunda los cielos nocturnos, la contaminación lumínica se estrella en la mirada de los animales.
Este manto de luz hostil está bloqueando, además, la visión de todas las estrellas. Sólo las más brillantes, según Foster, alcanzan a traspasarlo. De esta forma, aquellas especies que utilizan los cielos nocturnos como una brújula natural se están quedando desamparadas y perdidas. En lugar de guiarse por las estrellas, se confunden con las luces artificiales terrestres, y pierden el rumbo.
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Específicamente en el caso de los escarabajos de estiércol, oriundos del sur de África, la contaminación lumínica representa un problema grave. Al rodar las bolas de materia fecal, se encuentran indefensos frente a sus depredadores. Cuando sienten peligro, dejan la pila de heces y buscan en el cielo para encontrar una guía en las estrellas. Antes de esto, se suben a la pelota y realizan su ‘danza’ típica de orientación.
Dado que este ritual comienza en las noches, al momento en el que reciben estímulos artificiales se confunden. No saben a dónde ir para alimentarse y descansar. En el pasado, la Vía Láctea era su referente más poderoso. Hoy, no pueden encontrarla al mirar hacia el firmamento. De esta forma, otras especies que sí han logrado adaptarse se apoderan de sus bolas de estiércol, dejándolos sin una fuente de comida estable.
«En el peor de los casos», escribe Foster, «es posible que los animales que necesitan las estrellas para encontrar su hogar o lugar de reproducción nunca lo logren». De la misma forma, quedan más vulnerables ante sus depredadores naturales, que no necesariamente dependen de las estrellas para encontrar el camino de regreso a casa.
Así como los escarabajos, otras especies dependen de la Vía Láctea para orientarse. La referencia está en el punto más brillante del acomodo estelar en la bóveda celeste. Por esta razón, según el equipo de investigadores a cargo de Foster, la mejor solución contra este problema es apagar la luz.
En lugar de desperdiciar recursos, la contaminación lumínica puede reducirse si no usamos luz innecesariamente durante las noches. En particular en las ciudades, donde el fenómeno se intensifica notablemente. De esta manera, los animales no se confundirán con estímulos artificiales, y encontrarán el camino más seguro para regresara a su espacio vital.
Para aquellas lugares que no pueden quedarse sin iluminación artificial, señala Foster, «se pueden proteger para que no arrojen luz al ambiente circundante y al cielo«. En la actualidad, 130 lugares en el mundo han logrado resultados satisfactorios para hacer frente a la contaminación lumínica. Al final, concluye el autor, es una cuestión de voluntad.
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