Ocupadas por el comercio ilegal de cannabis en Estados Unidos —y la logística ilícita que circunda al consumo de drogas—, las autoridades nunca se imaginaron que el consumo desmedido de cannabis dejaría una huella de carbono así de grande. Más aún: que el cultivo y distribución lícita de la planta en Colorado sería parte del problema.
La producción legal de cannabis en Estados Unidos es un negocio de 13 mil millones de dólares. El costo ambiental de esta industria es menos obvio, y apenas despuntó como un asunto de preocupación entre la comunidad científica. A la par que el negocio está en auge, la emisión de gases de efecto invernadero va al alza también.
De acuerdo con un nuevo estudio publicado en Nature Sustainability, la producción cannábica de Colorado genera más gases nocivos para la atmósfera que la industria minera del carbón en el mismo estado. Siendo ahora legal para su consumo médico y recreativo en el país, el negocio ha visto un despunte histórico, que está cobrando tarifas altas a nivel medioambiental.
De acuerdo con un equipo de científicos de la Universidad Estatal de Colorado, los gases de efecto invernadero producidas por los cultivadores de cannabis se emiten, más que nada, en interiores. Según sus cuantificaciones, alcanzan de 2.3 a 5.2 toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO2e) por kilogramo producido.
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Según los científicos, la producción se hace mayoritariamente en espacios cerrados, ya que el cultivo al aire libre no está permitido en Estados Unidos. A pesar de la restricción, en promedio, cultivar 1 onza equivale a quemar de 7 a 16 galones de gasolina.
Considerando las estimaciones que arrojó el estudio, el equipo sugiere que cultivar cannabis al aire libre en invernaderos podría reducir el gasto energético y las emisiones tóxicas. A pesar de que las cifras han alarmado a la comunidad científica en Estados Unidos, los resultados del estudio sugieren que no se compara al daño que producen las dinámicas ilícitas en todo el continente.
La misma naturaleza del mercado negro impide que exista un control de producción. De la misma forma, cuantificar el impacto negativo en el planeta extralimita las posibilidades de la ciencia en la actualidad. Sin datos certeros, no se pueden hacer más que especulaciones al respecto.
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