En un increíble ejemplo de adaptación, la Fritillaria evolucionó para ocultarse de los seres humanos y evitar su desaparición.
Después de 2 mil años de ser cultivada por la cultura china, la Fritallaria delavayi tomó un camino evolutivo para ocultarse de los seres humanos. Se le conoce coloquialmente como Lu Bei, y ha sido utilizada en la herbolaria tradicional como una planta medicinal.
Oriunda de las montañas del Himalaya y Hengduan en el suroeste de China, los bulbos de esta planta se ha utilizado por milenios como un remedio natural contra malestares respiratorios. Tras casi dos mil años de explotación, esta especie ha evolucionado para integrarse mejor con los colores del entorno, lo que dificulta que la gente la encuentre tan fácilmente.
¿Qué cambió?
Antiguamente, la planta se caracterizaba por un intenso color verde, casi en tonos neón. Hoy en día ya no es así: como consecuencia de su proceso evolutivo, la planta varía entre matices de marrón, gris o verde. Resulta interesante que el tono depende de si crece en un lugar frecuentado por recolectores humanos o no.
Este cambio tan importante en la apariencia de la planta ha captado la atención de la comunidad científica. Martin Stevens, catedrático de Ecología Sensorial y Evolutiva de la Universidad de Exeter, resalta lo siguiente con respecto a este hallazgo:
«Hemos descubierto que la cosecha humana de una planta de medicina tradicional ha llevado a la evolución del camuflaje de las plantas, para evadir la detección de los recolectores. […] Ese camuflaje es mejor en lugares donde la intensidad de recolección ha sido mayor».
Tras años de estudio cercano de esta especie vegetal, Steves concluyó con su equipo de biólogos que esta fluctuación en el color de la planta corresponde a un claro mecanismo de defensa. Más aún, es consecuencia de procesos de agricultura poco responsables por parte de los recolectores chinos.
El cambio ha sido tal, que algunos ejemplares de Fritallaria tienen hojas vivas y tallos que apenas se distinguen del fondo rocoso gris o marrón de su hábitat natural. Sorprendentemente, este camuflaje vegetal se acentúa más en regiones que experimentan una mayor presión de recolección.
¿Qué impacto tiene en la vida de la flor?
Por el contrario, este disfraz natural cede un poco más en las de áreas con un menor índice de recolección, según informan los investigadores el 20 de noviembre en Current Biology. A pesar de que esto hace más complicada su explotación en la agricultura tradicional, es una realidad que este mismo camuflaje pueda traer consecuencias negativas para la misma flor.
Si bien es cierto que hoy en día los recolectores batallan más para encontrarla, a distintas especies de abejas también se les ha dificultado esta tarea. De modo que este mecanismo de defensa resulta ser un arma de doble filo: protege a la flor de los seres humanos, pero la oculta de sus polinizadores naturales.
Esta condición, por tanto, incide en qué tan atractiva resulta para los insectos y animales que completan su proceso reproductivo por medio de la polinización. Las investigaciones más recientes apuntan a explorar qué consecuencias traerá esta condición para las plantas en este terreno.
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