La ruta migratoria de la mariposa monarca no es sólo un viaje a través de paisajes y estaciones, también es un recorrido lleno de historias que atraviesan generaciones. Cuando diseñamos Historias de la Ruta Monarca, sabíamos que queríamos crear un espacio para que las y los jóvenes reconectaran con la naturaleza a través del arte. Con talleres de ilustración, fotografía y cine documental, buscamos darles herramientas para observar su entorno y contar historias que reflejaran su vínculo con la mariposa monarca y los ecosistemas que forman parte de su vida cotidiana.
El programa, realizado en Nuevo León y Michoacán con el apoyo de The Morton Arboretum, el Global Conservation Consortium for Oak, Correo Real de Profauna, A.C. y Alternare, A.C., fue mucho más que una serie de talleres. Fue una oportunidad para tejer redes entre comunidades urbanas y rurales, conectando experiencias alrededor de un ser tan pequeño como vital para nuestro planeta.
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En Monterrey, colaboramos con 16 jóvenes del programa Embajadoras de la Mariposa Monarca de Correo Real. Juntas exploramos el impacto de las monarcas en un entorno tan urbanizado como el área metropolitana y reflexionamos sobre la importancia de los jardines polinizadores, como el que tienen en su escuela, Ciudad de los Niños en Guadalupe. Además, visitamos el Río La Silla para comprender cómo estos ecosistemas urbanos también juegan un papel crucial en la conservación de la ruta migratoria de las mariposas. Cada historia personal reflejó los retos y oportunidades de vivir en la ciudad, mostrando cómo el cuidado de la naturaleza puede comenzar desde el hogar.
Cada equipo desarrolló un ensayo fotográfico o un cortometraje documental que fue presentado en exhibiciones comunitarias. Ver cómo estas narrativas resonaron en las comunidades, impulsando conversaciones sobre el valor de las mariposas monarca y la responsabilidad compartida de protegerlas, fue profundamente inspirador.
Las reflexiones de las participantes nos mostraron el impacto de esta experiencia. Varias compartieron cómo aprendieron a ver la naturaleza con nuevos ojos y cómo el arte se convirtió en un vehículo para expresar su amor por ella. Algunas mencionaron que planean estudiar carreras relacionadas con el medioambiente o el arte, inspiradas por lo que descubrieron durante el programa.
Para nosotros, Historias de la Ruta Monarca fue una confirmación de que el arte es una poderosa herramienta para la conservación. Trabajar con jóvenes nos recordó la importancia de escuchar y amplificar sus voces, especialmente cuando se trata de enfrentar los desafíos ambientales que compartimos como sociedad.
Este programa fue un viaje hacia el descubrimiento personal y colectivo, un recordatorio de que, al cuidar nuestro entorno, estamos cuidando nuestras historias y las de quienes vienen después de nosotros.
Este texto fue escrito por Andrea Villarreal Rodríguez, originaria de Monterrey y Exploradora de National Geographic desde el 2021. Su trabajo como documentalista promueve la conservación de los ecosistemas urbanos. Ha desarrollado espacios de aprendizaje en torno a la fotografía y el cine documental para niñas y mujeres, con el objetivo de generar una diversidad de narrativas sobre el impacto humanitario de la crisis climática.
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