Sólo al esquivar las olas del mar en tempestad fue que Brett Jameson, biólogo oceanógrafo de la Universidad de Victoria, se dio cuenta de la gravedad del asunto. Conocidas como ‘zonas muertas‘, se trata de espacios entre las aguas en los que hay índices mínimos —casi nulos— de oxígeno. Por tanto, la vida marina no puede desarrollarse. Originalmente, se pensaba que el problema radicaba en que se estaban extendiendo cada vez más. Hoy, nueva evidencia delinea un horizonte aún más devastador.
Hostiles e inhabitables, las zonas muertas en los océanos no ofrecen un ambiente apto para la vida como la conocemos en los mares. A pesar de que se presentan de manera natural en algunas áreas, estas ‘zonas muertas’ se han ensanchado por la presencia de una especie microscópica de algas que, al descomponerse, consumen todo el oxígeno disponible.
En consecuencia, los sedimentos debajo de las aguas empobrecidas se han convertido en una fuente considerable de óxido nitroso (N2O), conocido comúnmente como ‘gas de la risa‘. En estado gaseoso, se libera a la atmósfera con el movimiento de las aguas. El problema radica en que, en términos de efecto invernadero, es 300 veces más poderoso que el dióxido de carbono.
Según el estudio de Jameson, los océanos representan el 25 % de las emisiones mundiales de esta sustancia. Aunado a lo peligroso que es el N2O en la atmósfera, el calentamiento de los mares como consecuencia de la crisis climática global no ayuda a reducir estas cifras. Por el contrario, promueve que aumenten anualmente y, como en un círculo vicioso, calientan aún más la Tierra.
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El el N2O es la sustancia que más agota la capa de ozono en el planeta. A pesar de la gravedad de la situación, el equipo que trabajó con Jameson destaca una solución accesible para reducir la interacción de este gas con la atmósfera. Según lo que descubrieron en las Bermudas, los manglares consumen mucho del óxido nitroso en el agua.
Esto sucede cuando los ecosistemas son funcionales. Sin embargo, con la urbanización y la actividad agrícola industrial, el nitrógeno aumenta en los mares, entorpeciendo la purificación que los manglares realizan de manera natural. A pesar de esto, destaca Jameson, todavía no es seguro hasta qué punto los entornos prístinos pueden amortiguar la producción de la sustancia en los mares.
En contraste, hoy en día las prácticas agrícolas humanas representan hasta dos tercios de las emisiones mundiales de óxido nitroso en todo el mundo. Más que nada, por el uso irresponsable de fertilizantes y plaguicidas que, además, permanecen en la tierra hasta décadas después de haber sido utilizados. Aunado al desarrollo costero y al poco cuidado residual que se tiene en estas zonas, el problema sólo parece crecer por debajo de las olas.
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