La fotógrafa Tamara Blazquez se adentra en los bosques de la Ciudad de México para luchar por su conservación. Ésta es la historia
Esta es la tercera entrega de la investigación sobre los bosques de Chichinautzin-Ajusco. Lee la segunda parte aquí.
Los bosques del corredor biológico Chichinautzin-Ajusco no solo son pulmones para la Ciudad de México, Morelos y Estado de México. Son un seno que nos provee de vida, oxígeno, agua y alimento, y son el hogar de miles de especies de fauna y flora.
Algunas de estas especies como el teporingo o el lagarto morelense se encuentran en peligro de extinción. Otras como el lagarto cornudo o tapayaxin y anfibios como la salamandra pinta están protegidos bajo la NOM-059 de la Semarnat. También podemos encontrar especies como la rana de árbol plegada, mamíferos como el murciélago mula mexicano, el coyote, el lince. Además, otros reptiles como el lagarto alicante, la culebra parda mexicana, la culebra de agua entre muchas otras especies que se ven gravemente amenazadas por la tala clandestina y demás problemáticas ambientales que parecen pasar desapercibidas para las autoridades.
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Los esfuerzos públicos
Aunque a veces se brindan apoyos como enviar a la Guardia Nacional a supervisar las labores de reforestación y cuidar a los voluntarios de los talamontes, no es suficiente. La tala y demás amenazas continúan a pesar de los esfuerzos de reforestación y protección de los pobladores de estos bosques.
En 2019 pude pasar un día con los compañeros defensores de estos bosques en Milpa Alta. La situación que relatan es la misma que se vive en Ajusco y Topilejo.
El riesgo de proteger el Ajusco
Los pobladores del Chichinautzin-Ajusco lo tienen muy claro: si como habitantes de la Ciudad de México, del país entero, no nos ayudamos y nos unimos para frenar estas atrocidades, nadie lo hará. Depende de nosotros cambiar esta realidad y una muy buena manera de comenzar a actuar es informándonos y que estas historias, que rara vez salen a la luz, sean contadas y compartidas.
Los compañeros de Topilejo saben que alzar la voz quizá les cueste la vida. Sin embargo, entienden que la extinción de la naturaleza, de los bosques del Chichinautzin-Ajusco que tanta biodiversidad albergan, significa también una condena de muerte para quienes habitamos el valle de México, y no podemos ni debemos permitir que eso suceda.
Este texto fue escrito por Tamara Blazquez, fotógrafa conservacionista, activista y educadora ambiental, puedes conocer más de su trabajo aquí.
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