5.4 millones de toneladas de dióxido de carbono son liberadas a la atmósfera como consecuencia de la invasión de cerdos salvajes en Estados Unidos.
El problema se empezó a causar eco en 2019. Usuarios de diversas redes sociales alertaban a sus vecinos en Estados Unidos sobre la aparición de familias enteras de cerdos salvajes en sus patios traseros. Las estimaciones nacionales señalaban una invasión de millones de ejemplares, distribuidos entre distintos estados. Desde el sur de California, toda la región boscosa estadounidense empezó a estar infestada de una plaga cada vez más grande, que destruye las cosechas y los ecosistemas locales a su paso.
Tropas con pezuñas
Los cerdos salvajes llegaron a Estados Unidos con los conquistadores europeos, quienes los transportaron como ganado a todas sus colonias. En la actualidad, tras varios siglos de haberse establecido en los bosques, representan un peligro para diversos ecosistemas nacionales y la agricultura local. En total, se estima que generan daños de hasta 1.5 mil millones de dólares anualmente.
Tienen un apetito insaciable, así como vidas sexuales muy activas. Esta combinación hace que se reproduzcan muy rápido, y se extiendan cada vez más a lo largo del territorio. El problema es que esta especie invasora hurga en la tierra, los contenedores de basura y los espacios agrícolas para conseguir alimento. Así, destrozan el suelo que pisan. Aunado a la destrucción que generan en el país, un estudio reciente reveló que están liberando cantidades significativas de dióxido de carbono a la atmósfera.
Cada que los cerdos salvajes cavan para conseguir la cena, liberan CO2. Según resultados del estudio, publicados en Global Change Biology, las cifras se elevan hasta 5.4 millones de toneladas de dióxido de carbono producidas por la especie, equiparable a lo que 1.1 millones de escapes producen al año.
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Hurgar la tierra
Aunque los cerdos salvajes son originarios de Europa y Asia, hoy se extienden por todos los continentes del planeta. Exceptuando la Antártida, arrancan pedazos de tierra en el suelo, lo que permite que el dióxido de carbono atrapado se desprenda hasta la atmósfera. En lugar de permanecer al interior de los microbios presentes en la superficie, el carbono se agita e interactúa con el oxígeno del planeta. Así, se convierte en CO2, nocivo para la atmósfera terrestre en cantidades industriales.
Para el estudio, se concluyó que la especie está hurgando en una superficie aproximada de entre 22 mil 500 y 76 mil 700 kilómetros cuadrados en todo el mundo. América del Norte y Oceanía son las regiones más afectadas hasta el momento, con el 60 % de todas las emisiones de carbono derivadas de esta actividad nociva. Sin embargo, según Nicholas Patton, científico ambiental de la Universidad de Canterbury, el problema no lo empezaron los cerdos salvajes:
«Las especies invasoras son un problema causado por los humanos, por lo que debemos reconocer y asumir la responsabilidad de sus implicaciones ambientales y ecológicas», explica el experto.
Además de que este comportamiento es problemático, un obstáculo para frenar esta actividad es que no se sabe con exactitud en dónde están. Un acercamiento más asertivo sería evitar que los cerdos se expandan hacia áreas con mayor abundancia de carbono en el suelo. Aunque Estados Unidos ya permite la caza controlada de esta especie —para contener su paso por los bosques—, parece ser que la matanza masiva de cerdos salvajes no está siendo una solución efectiva.
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