La crisis climática causada por la actividad humana provocará incendios forestales devastadores en las próximas décadas, advierte un informe de Naciones Unidas.
En un mundo que se dirige hacia un aumento de la temperatura global de 2.7 ºC para 2100, los incendios forestales no sólo serán cada vez más frecuentes en la segunda mitad del siglo XXI, también alcanzarán regiones que nunca antes habían sucumbido al fuego, incluida la Antártida.
Tal es la conclusión de un nuevo estudio realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la organización ambiental noruega GRID-Arendal, que llama a los gobiernos a adoptar estrategias para prevenir y prepararse para un futuro donde el fuego difícilmente controlable será rutinario.
La publicación estima que al ritmo actual, los incendios forestales aumentarán en 30 % para 2050 y en más de 50 % para finales del siglo.
Aunque el calentamiento global provocado por la actividad industrial humana es el principal factor que provocará incendios cada vez más intensos, las sequías y los cambios de uso de la tierra también alimentan lo que Naciones Unidas define como «una crisis mundial de incendios forestales», que no sólo afectará los hábitats naturales, también impactará directamente en la salud pública, la disponibilidad de alimentos y la aceleración de la crisis climática:
Según el estudio, los incendios forestales tienen el potencial de dañar de manera irreversible la vida silvestre y empujar a especies animales y vegetales a la extinción. El estudio pone de manifiesto los incendios que impactaron Australia en 2020 que según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), cobró la vida de 3,000 millones de animales.
A más incendios, un planeta más seco y caliente
Los incendios también contribuyen a empeorar el cambio climático. No sólo emiten más gases de efecto invernadero, sino que también consumen ecosistemas considerados sumideros de carbono, que contribuyen en la absorción de hasta el 50 % del CO2 emitido a la atmósfera.
“Al devastar ecosistemas sensibles y ricos en carbono como las turberas y las selvas tropicales, los incendios convierten los paisajes en polvorines y dificultan detener el aumento de las temperaturas (…) a través del aumento de la sequía, las altas temperaturas del aire, la baja humedad relativa, los rayos y los fuertes vientos, lo que da como resultado temporadas de incendios más cálidas, secas y prolongadas”.
Además, la exposición a las partículas que se desprenden del humo de incendios pueden provocar problemas cardiovasculares, respiratorios y aumentar el riesgo de desórdenes neurológicos, provocando una presión mayor sobre los sistemas de salud pública a nivel mundial. «La exposición sostenida a las partículas del humo puede resultar fatal, especialmente para aquellos con función pulmonar deteriorada u otro problema de salud preexistente», explica el informe.
Naciones Unidas llamó a los países a mejorar el entendimiento de los incendios forestales, pues considera que su prevención exige una “combinación de datos y sistemas de monitoreo basados en la ciencia, conocimientos indígenas y cooperación regional e internacional sólida”.
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