Los plaguicidas han estado en el ojo del huracán de la discusión pública por ser una solución nociva y de corto plazo para proteger los cultivos que sustentan la alimentación humana. Además de resultar contraproducente para la salud de nuestra especie, y exterminar a diversas otras que poco tienen que ver con las plagas, parece ser que las sustancias permanecen en la tierra mucho tiempo más del que se pensaba originalmente.
Desde hace más de 70 años, los seres humanos hemos utilizado plaguicidas en favor de sostener la agricultura. Los resultados de estas prácticas, a poco menos de un siglo de llevarlas a cabo, ya se están observando en el equilibrio ecológico del campo y de los ecosistemas que le circundan. En favor del desarrollo agrícola, sin embargo, esta condición se ha pasado por alto.
A pesar de que esto es cierto, una investigación liderada por el grupo de Física del Suelo y Gestión de la Tierra de la Universidad de Wageningen en Holanda destacó la presencia de estas sustancias en espacios que habían sido abandonados tres años antes. En ese mismo lugar, se habían plantado naranjas, uvas y papas. A pesar de que el suelo ya no era productivo, seguía teniendo reminiscencias de estos contaminantes.
Lo verdaderamente impresionante fue que el mismo comportamiento se observó en tierras que habían dejado de utilizarse para la agricultura hace dos décadas. El problema es que el efecto nocivo que tiene para el subsuelo no se termina una vez que la actividad humana se detiene. Por el contrario, sigue incidiendo en las formas de vida que ahí se desarrollan.
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Los plaguicidas están diseñados para ser tóxicos. Específicamente, para matar a los animales que interfieren con la actividad industrial relativa a la agricultura y al campo. Por tanto, el problema de estas sustancias contaminantes es uno de raíz: el hecho de que estén pensados para exterminar las formas de vida en el campo promueve que el problema se perpetúe incluso después de que el trabajo humano terminó.
Anualmente, de acuerdo con un estudio publicado en Enviromental Pollution, gran parte de la producción en Europa depende de los plaguicidas para subsistir. En total, la FAO estima que entre 340 mil y 370 mil toneladas de estas sustancias siguen activas anualmente. De éstas, casi la mitad son bioacumulativas, lo que quiere decir que permanecen en los organismos que las consumen.
Además de esta persistencia nociva, al interactuar con la atmósfera promueven los gases de efecto invernadero. El problema no termina ahí. Según los científicos que condujeron el estudio, estas sustancias llegan a los cuerpos de agua en el subsuelo. Las que no logran penetrar tan profundo, es probable que terminen viajando vía aérea hacia otras tierras y ecosistemas, que también padecen de las consecuencias a mediano y largo plazo.
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