9 de cada 10 ecosistemas que tienen por guardianes a pueblos indígenas son ecológicamente funcionales y florecen con salud.
La Organización de Naciones Unidas declaró el 2021 como el año de inicio para el Decenio de la Restauración: un esfuerzo internacional conjunto para restaurar los ecosistemas del planeta. Sumado a este esfuerzo, el Fondo Mundial para la Naturaleza condujo un estudio con respecto a quiénes han logrado gestionarlos de mejor manera. Los resultados demostraron que los pueblos indígenas son los más responsables y sostenibles para salvaguardar la diversidad biológica terrestre.
Los pueblos indígenas son los mejores guardianes de la naturaleza
De acuerdo con el estudio de WWF, un notable 91 % de los ecosistemas administrados por pueblos indígenas se encuentran en condiciones ecológicas buenas o moderadas. Para la investigación, se involucraron 30 expertos enfocados en conservación, que trabajaron en colaboración con los líderes de estas comunidades originarias.
A pesar de las presiones con las que lidian los pueblos indígenas desde la marginalidad, parece ser que el estado de conservación de sus tierras tiene un valor ecosistémico notable actualmente. No sólo en términos de preservación de sus tradiciones y cultura, sino de la restauración de espacios naturales venidos a menos por la actividad humana industrial.
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Incluso sin formar parte de las resoluciones ecológicas que se han tomado a nivel internacional, los gestores originarios están cumpliendo con las metas de conservación en materia de diversidad biológica. En este terreno, el estudio de WWF destaca lo siguiente en un comunicado de prensa:
«[…] los objetivos mundiales de diversidad biológica serán inalcanzables sin la plena inclusión de las comunidades indígenas y locales. Recalcan la importancia de reconocer y respetar los derechos, los enfoques de gobernanza y los esfuerzos de conservación de los pueblos indígenas y las comunidades locales como custodios de sus tierras».
El caso de la Amazonía es icónico. Con más de 3 millones de indígenas viviendo al interior de la selva húmeda —de naciones y etnias diferentes—, las zonas que pertenecen a estas comunidades no han sido devastadas. En contraste, las que han sido destinadas para la explotación de materias primas está teniendo costos altos a nivel ecológico en América Latina.
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Un trabajo en conjunto para frenar la degradación
La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) también ha enfatizado que la participación de los pueblos indígenas en la conservación de los ecosistemas es innegable. De acuerdo con la institución, las «tasas de deforestación son significativamente más bajas en los territorios indígenas y tribales donde los gobiernos han reconocido formalmente los derechos colectivos a la tierra».
Por esta razón, la salud de los ecosistemas a cargo de las comunidades locales no ha visto una degradación tan radical como aquellos que han sido destinados al turismo y a otras actividades humanas. En gran medida, esto se debe a la sabiduría ancestral y al vínculo espiritual que los pobladores guardan con la tierra.
Debido al respeto e identificación que las comunidades étnicas tienen con su entorno, difícilmente favorecerán el crecimiento económico sobre la preservación de sus espacios sagrados. Además de que muchas veces no cuentan con los medios para hacerlo así, sí tienen un enfoque más empático con las especies vegetales y animales con las que conviven.
Por esta razón, para lograr la persistencia de la biodiversidad en el planeta, la WWF concluye que la participación y consideración de los pueblos indígenas es categórica. Tras siglos de una mirada colonialista a estas comunidades originarias, es una necesidad ecológica tomar en cuenta sus prácticas tradicionales, ya que son mucho más sustentables que el estilo de vida que favorece el mundo occidental.
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