Nos acostumbramos a responsabilizar a las emisiones de dióxido de carbono de la crisis climática. Sin embargo, un reporte reciente de la Organización de Naciones Unidas arroja nueva luz sobre un gas de efecto invernadero todavía más potente, que está acelerando las alzas en la temperatura del planeta a nivel global. De reducir la producción de metano (CH4), asegura la institución, se podría ralentizar los efectos irreversibles de la emergencia ecológica.
Julio de 2021 se posicionó como el mes más caliente de este año, y entre los 10 más calurosos en la historia natural contemporánea. Con el nuevo informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, los incendios forestales, los eventos de súperdeshielo en el Ártico y las sequías extremas en diversas partes del mundo, su emisión toma una nueva dimensión en el panorama ecológico del planeta.
Estos cambios abruptos se deben, en gran medida, al efecto del metano en la atmósfera. «[…] entre el 30 y el 50% del incremento en las temperaturas se debe a este gas, poderoso pero de corta vida», escribe el corresponsal Matt McGrath para la BBC. La agricultura y las filtraciones de los campos de explotación para petróleo están entre los principales responsables de las emisiones.
Por esta razón, además del dióxido de carbono, el enfoque también debería de contemplar el metano. Si bien es cierto que las emisiones de C02 deben reducirse urgentemente, la ONU propuso una campaña agresiva para cortar de tajo el uso industrial del metano. Aunque es cierto que el CO2 es responsable de un 70 % de las alzas en la temperatura, la acción del metano tiene consecuencias de más larga duración —incluso más difíciles de combatir.
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En la naturaleza, el metano se produce en los humedales. Sin embargo, su exceso es consecuencia de la actividad humana desmedida e irresponsable. En gran medida, se genera en los vertederos de basura, según informa Peter Thorne, integrante del IPCC y profesor de la Universidad Maynooth en Irlanda. Así mismo, se libera con el uso de gas natural para el transporte.
El problema es que, según Thorne, este gas calienta entre 28 y 34 veces más que el CO2. Aunque la proporción de producción es menor en relación al dióxido de carbono, el metano ha demostrado ser aún más dañino para la atmósfera terrestre. En contraste, dura mucho menos en el aire, lo que alienta un poco a los científicos que analizan la problemática.
«Así que, básicamente, si logramos detener nuestras emisiones de metano, para el final del siglo su presencia debería regresar a los niveles naturales«, explica Thorne. En consecuencia, se podría ralentizar el alza dramática en las temperaturas del planeta, y apaciguar los impactos negativos que estos cambios tienen los ecosistemas de la Tierra.
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