Hace aproximadamente un millón de años, los homínidos lograron hacer del fuego parte de sus vidas. Hoy, los incendios están acabando con cientos de hectáreas vegetales y se han vuelto incontrolables. En muchos casos, se considera al fuego el punto de humanización de los homínidos. Fue a partir de su domesticación que nos diferenciamos de otros primates. Ahora, nos hemos adentrado en una época de descontrol del fuego: el Piroceno.
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Como con otros recursos naturales, la historia del fuego en la vida humana empezó por la curiosidad. Los homínidos más valientes decidieron acercarse a los incendios cercanos y ver cómo podrían aprovecharlos. Poco a poco, fueron domesticando las llamaradas hasta tenerlas a sus disposición.
Desde las interacciones que tenemos en comunidad hasta algunos rasgos físicos, el fuego fue un punto de inflexión para la vida de los seres humanos. El fuego hizo posible reunirnos en fogatas a contar historias, comer comida cocida, iluminar la oscuridad e incluso protegernos de depredadores mucho más grandes que nosotros.
Sin embargo, lo que en su momento fue un increíble hallazgo que facilitó nuestras vidas, hoy las pone en peligro. Cada vez más hectáreas de bosques se pierden en las llamas de incendios forestales irremediables. En todo el mundo, las llamas se han salido de control y la crisis climática sólo ha acrecentado este fenómeno. Los incendios son cada vez más catastróficos y difíciles de controlar pero ¿por qué?
El historiador ambiental Stephen J. Pyne describe la nueva era en su libro The Pyrocene publicado en 2021. En él, explora la diferencia entre un fuego doméstico, casero o en un entorno controlado, y aquel que ocurre en un entorno fuera del dominio humano:
El poder del fuego del paisaje deriva de su capacidad para propagarse, y eso reside en la topografía, la vegetación, y las condiciones atmosféricas. La gente puede encender una chispa, pero el ambiente determina cómo y cuándo se extenderá, y con qué efectos. Podemos mejorar las probabilidades manejando el momento y el lugar de la ignición, pero la naturaleza impone límites.
No hay que olvidar que este enfrentamiento con las fuerzas de la naturaleza no es fortuito. Por décadas, hemos extraído recursos de la Tierra y usado combustibles fósiles para el beneficio humano. Desde la revolución industrial, el uso de leña, petróleo y gas ha favorecido el calentamiento del planeta, dando el escenario perfecto para que el fuego tenga una vida más larga y sea cada vez más difícil de controlar.
A pesar de todo, la esperanza no está completamente perdida. Aún podemos tomar un camino distinto hacia nuestro futuro y buscar otras alternativas frente a los combustibles fósiles. Además, existen formas de contrarrestar los incendios como disminuir la espesura de los bosques y fortalecer la actividad agrícola.
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