La economía azul tiene un enfoque de crecimiento no invasivo hacia los ecosistemas marinos, que podría beneficiar a Latinoamérica regionalmente.
Como economista, Gunter Pauli sabe que el modelo sigue el mundo capitalista es sencillamente insostenible. «El problema no es el consumo, la publicidad o la industria en sí misma,» dice en una entrevista exclusiva para National Geographic en Español, «sino que seguimos un modelo de negocio que considera que la naturaleza es un bien a explotar«.
Por ello, como juez del Premio Zayed a la Sostenibilidad, galardón mundial pionero de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), sabe que la economía azul es una propuesta necesaria. Para diferenciarse por completo del concepto ‘verde’ de sustentabilidad, decidió volver la mirada a los mares. Así funciona.
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Con la fuerza de los mares
«El modelo de negocio asume que siempre hay que producir más barato», dice Pauli. «Por tanto, en esta lógica hay que explotar lo que es gratis«. Todo ello, explica el economista belga, está disponible en el entorno natural: el agua, el aire, la tierra. En sí mismos, existen en el entorno y se puede hacer uso de ellos sin pagar.
Desde la década de los 80, Pauli tiene claro que si este modelo de negocio no cambia, será imposible «responder a las necesidades básicas de todos«. La economía azul no sólo considera a los seres humanos, sino que los animales y otros seres vivos también se toman en cuenta.
A diferencia de lo que ocurre en los países europeos hipes-industrializados —»que están acostumbrados a la comodidad», como los describe el especialista—, América Latina es un terreno fértil para implementar esta alternativa económica. Para empezar a entender cómo opera, explica Pauli, «hay que entender que no es verde«.
La nombró así haciendo referencia a la fuerza de los mares, que «han sido gravemente maltratados y dejados de lado», apunta en la entrevista.
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¿Qué es la economía azul y cómo funciona?
Pauli asegura que los intentos ‘verdes’ de industria han intentado —fallidamente— «hacer todo sostenible, bajo el mismo modelo de negocio: intentar vender lo más barato posible». Sin embargo, según su experiencia de más de 40 años, esto es imposible. Para explicar el fenómeno, pone el ejemplo de la competencia de producción de café a nivel global: un productor en Chiapas no puede producir más barato que uno en Vietnam, dice el economista.
Sin embargo, el productor en el sureste mexicano puede enriquecer la cereza del café con otras propiedades, a las que aquel en Asia no tiene acceso. Por ello, la economía azul propone utilizar los recursos disponibles en cada región para crecer económicamente.
«Cuando los cafetaleros en Chiapas polinizan las plantaciones con abejas meliponas, generan cáscaras en las frutas del café que son una bomba de propiedades para la tierra», explica el especialista. «Con ellas, además, se pueden hacer bebidas ricas en antioxidantes, lo que genera otro ingreso [para los productores]».
Los granos que no sean tan atractivos a la venta —o tan ‘perfectos’— se pueden reutilizar para seguir enriqueciendo la tierra, dice Pauli. Incluso con los residuos de la tuesta que se realizó, es posible cultivar otras plantas que reciben sus los beneficios de estos productos enriquecidos. Así, también, los productores pueden diversificar su oferta en el mercado.
Por lo tanto, ya no sólo son cafetaleros, sino que pueden convertirse en productores de otra mercancía que nazca de los residuos del café. Por ello, la «economía azul es generar valor agregado con todo lo que tenemos«, explica el especialista. Incluso con los desechos. Por ello, también, consideró que la propuesta era merecedora del Premio Zayed a la Sostenibilidad 2021.
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Un efecto verdaderamente multiplicador
Antes que nada, Pauli tiene claro que uno de los retos más importantes a los que se enfrentará la economía azul es la ignorancia. «La gente no sabe que existe», dice el especialista. El segundo reto es conseguir talento para implementarla. Sin embargo, este modelo económico busca «inspirar a los jóvenes para integrarla a sus comunidades».
Pauli reconoce que este concepto es algo nuevo en el mundo, incluso para la Organización de Naciones Unidas. Sin embargo, no es un objetivo aislado. Por el contrario,»no es alimento, pobreza, energía, movilidad: es todo, integrado«. Por ello, se busca una sustentabilidad a nivel comunitario.
Visto de otra manera, es un ‘crochet’, como lo describe el economista. En lugar de ser cajas aisladas a atacar individualmente, se pretende un enfoque más holístico, en el que «cada acción tiene un efecto multiplicador«. Finalmente, concluye Pauli, «en la naturaleza no existe desempleo: en ella, todo se aprovecha».
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