Bolsas de basura. Envases de cosméticos. Botellas de agua, refresco, químicos de limpieza, líquidos sanitizantes. Vasos para la fiesta de ayer en la noche. Parece muy fácil desechar el plástico de un solo uso, que cumple una función efímera de contención. En contraste, los mares, los suelos y los ecosistemas urbanos han de cargar con su peso por siglos. Hoy se sabe que sólo 20 empresas en el mundo producen la mitad de ellos, sin importar su impacto ecológico.
Antes de que terminen en el placenta humana, los desechos plásticos tienen que ser producidos. En su gran mayoría, se fabrican desde conglomerados transnacionales, y es casi imposible poder señalar a alguien con la entera responsabilidad del problema. El anonimato empresarial engloba a quienes toman las decisiones, día con día, de sacar productos masivamente con estas características.
Un equipo de investigadores, sin embargo, logró identificar a los 100 productores principales de polímeros en el mundo que, además, realizan artículos de un solo uso. Todos ellos tienen en común que sus productos terminan como desechos en las ciudades y en los entornos naturales.
Entre ellos, la compañía que más contamina en este nivel es Coca-Cola, de acuerdo con la investigación realizada. Aunque podría no ser una sorpresa, el impacto plástico que la organización emite está relacionado con sus empaques, que terminan en los mares, en el subsuelo y al interior de organismos vivos, dificultando sus procesos biológicos.
El estudio se centró específicamente en polímeros vírgenes, que se generar a partir de combustibles fósiles con costos realmente bajos. Estos representan cerca del 98 % de la producción de plásticos en el mundo, en aproximadamente 1,200 instalaciones de producción en todo el planeta, operadas por 300 compañías diferentes. De ellas, un tercio son las que están generando el problema más grave.
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Difícilmente degradables en el corto plazo, este tipo de artículos están en el corazón de la crisis de contaminación por plástico en el mundo. El problema se basa, también, en que sólo 20 empresas productoras de polímeros vírgenes encabezan la lista, con sede en Estados Unidos y China, respectivamente. En conjunto, producen el 55 % de plásticos de uno sólo uso a nivel mundial, con 130 toneladas métricas de residuos en 2019.
Con la pandemia, esta cifra no cambió mucho. Al contrario, en un afán de evitar el contacto y la transmisión del virus, toneladas de cubrebocas terminaron en los cuerpos de agua más importantes del planeta. La expectativa más optimista señala que, durante tres generaciones, los seres humanos tendremos que convivir con este tipo de desechos en el mundo, que no podrán desintegrarse hasta entonces.
Esto sin contar el demás equipo médico desechable —guantes, inyecciones, envases, bolsas herméticas—, y la infinidad de productos de higiene que se lanzaron para contrarrestar la crisis sanitaria global. A propósito de ello, los autores del estudio proponen un cambio de paradigma en el consumo humano:
«Una solución más eficaz sería abordar la crisis de los residuos plásticos a través de los productores de polímeros en la base de la cadena de suministro, que son relativamente pocos. Las mejoras en esta etapa se producirían en cascada a lo largo de la cadena de suministro, con un impacto desproporcionado en la circularidad y contaminación plástica».
No sólo eso. Señalan que ésta es la primera vez en la historia en que los flujos financieros y materiales de producción de plástico de un solo uso se lograron rastrear hasta su origen, según Toby Gardner, autor principal de la investigación, del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo. «Al revelar la magnitud de la crisis global que tenemos en nuestras manos, es fundamental que rompamos el patrón de inacción«, enfatiza el experto.
Gardner reconoce que quebrar ese patrón no es una tarea sencilla. Principalmente porque esta crisis involucra factores estatales e intereses de empresas privadas poderosas, que configuran una problemática de talla geopolítica. Sin embargo, los autores tienen la certeza de que la clave está en el alejamiento de la producción de polímeros vírgenes a partir de combustibles fósiles:
«Así como la divulgación de las emisiones de gases de efecto invernadero fue el primer paso hacia la creación de objetivos globales de reducción, la divulgación de la financiación y la producción de plástico de un solo uso es necesaria para cambiar el rumbo de este problema en aumento», escribe el exvicepresidente de EEUU Al Gore en un prólogo del informe.
No sólo eso. El factor de cambio real está en un nuevo paradigma de consumo humano de plástico, centrado en la idea fácil de que después del bote de basura no hay nada. Si estas empresas trasnacionales dejan de tener clientes que compren este tipo de productos, quizás, el horizonte finalmente pueda virar hacia posibilidades más sustentables al largo plazo.
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