De acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la actualidad hay alrededor de 13 mil satélites orbitando la Tierra, de los cuales, aproximadamente, solo 8 mil están funcionando. A esto agreguemos los restos de naves espaciales que han sido lanzadas desde nuestro planeta a lo largo de los años, y otros fragmentos desprendidos por artefactos de similar naturaleza. El conjunto de todo esto es lo que hoy calificamos como “basura espacial”.
No vamos negar que muchos de esos instrumentos son esenciales para la vida contemporánea, apoyada en tecnologías como celulares e internet. Esto se hace posible gracias a los satélites artificiales, mismos que ayudan a monitorear el avance de huracanes, incendios y otros eventos naturales. Desde luego, aparte de esos usos, están los relacionados a la investigación.
Desafortunadamente, el tema es que la basura espacial es un hecho y conlleva riesgos para muchos de los beneficios que acabamos de mencionar. Con el propósito de dar una magnitud al problema, podemos decir que las estimaciones de los especialistas señalan que existen cerca de 20 mil piezas representando esta forma de contaminación, sin contar los satélites que ya no están operando.
En buena parte, el problema de la basura espacial radica en que los desechos tienen altas de probabilidades de chocar contra los satélites que sí están en funcionamiento. Claramente esto puede poner en riesgo la prevención de desastres naturales y la correcta ejecución de las telecomunicaciones.
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El problema parece que tiene una enorme facilidad para seguir reproduciéndose. Y es que las colisiones entre la basura y otras máquinas terminan generando más desechos. De hecho, se ha tenido que prever un posible daño a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), el enorme proyecto en el que trabajan cinco agencias espaciales. Hasta se piensa en el peligro que puede ser esta contaminación para las misiones tripuladas al espacio, lo que ya pondría a la pérdida de vidas humanas en la ecuación.
La UNAM no ve un buen panorama, todo lo contrario. Esta institución considera que el número de satélites inservibles está en condiciones de ir al alza durante los próximos años, principalmente en la órbita baja.
Retirar la basura espacial no es algo fácil. Las agencias espaciales y los gobiernos de algunos países han trabajado en diseñar estrategias que puedan ayudar a solucionar, o mitigar, la problemática.
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Al respecto, el Dr. Alejandro Farah Simón, miembro del Instituto de Astronomía de la UNAM y del Programa Espacial Universitario (PEU), dice que todavía no ha habido éxito en ninguno de estos proyectos.
“La basura espacial es otro de los retos que tienen que enfrentar las misiones que salen de nuestro planeta. Al igual que sucede aquí en la Tierra, los seres humanos tenemos la obligación moral y ética de dar un remedio a esta y otras formas de contaminación. Es por el bien de todos”, concluye el especialista.
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