Incluso a pesar de los cientos de satélites artificiales que nublan la bóveda celeste, un mismo objeto domina el cielo nocturno desde hace millones de años. La Luna, el único satélite natural de la Tierra, ha acompañado a nuestro planeta a lo largo de su historia geológica, rigiendo el movimiento de los mares y parte de su dinámica gravitatoria.
A lo largo de siglos de observación astronómica, ha habido amplio debate sobre el origen de la Luna. La NASA documenta que, hace 4.5 mil millones de años, «un objeto del tamaño de Marte se estrelló contra la Tierra primitiva«. De sus escombros, se formó nuestro único satélite natural. Esto es lo que sabemos.
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La Luna se formó después de la colisión masiva de dos cuerpos planetarios. Esta teoría del NASA Lunar Science Institute (NLSI) asegura que el choque se dio entre la Tierra y un planeta embrión, que modificó para siempre la historia natural de nuestro planeta y su satélite natural hace miles de millones de años. A este objeto cósmico se le conoce como ‘Theia‘.
Parece ser que Theia tenía una órbita alrededor del Sol muy cercana al de la Tierra, hace miles de millones de años. Esta condición propició que chocaran entre sí, ya que estaban estorbándose entre sí en su paso en torno al astro. Después de la colisión violenta, Theia se desintegró casi por completo.
Aunque originalmente tenía el tamaño de Marte, perdió gran parte de su masa al impactar contra nuestro planeta. En consecuencias, se fomentaron grandes cambios en la atmósfera terrestre. Lo que quedó de aquel cuerpo celeste masivo quedó atrapado por el campo gravitatorio de la Tierra.
Desde entonces, según esta propuesta teórica, la Luna ha estado orbitando nuestro planeta. A pesar de que esta teoría sobre la formación de la atmósfera de la Tierra es radicalmente diferente a la de su satélite natural. A pesar de que la teoría se planteó originalmente en la década de los 70, todavía quedan muchos cabos sueltos por resolver.
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Un estudio publicado recientemente por Science da cuenta sobre los gases nobles que existen en la Luna en la actualidad. Lo más probable es que, después de miles de años de impactos de meteoros o cometas, el satélite haya acumulado hielo, oxígeno y neón sobre su superficie.
De hecho, parece ser que la Luna tiene oxígeno suficiente para abastecer la Tierra durante al menos 100 mil años. Al respecto, los investigadores piensan que este fenómeno es herencia del choque cósmico que tuvo Theia con nuestro planeta hace millones de años:
«[…] concluimos que la Luna heredó los gases nobles autóctonos del manto de la Tierra por el impacto de formación de la Luna y proponemos el almacenamiento en el depósito enriquecido con elementos incompatibles», explican los autores.
Tras la colisión masiva que dio origen a la Luna, parece ser que la Tierra adquirió su campo magnético. Por su parte, el satélite permaneció árido y sin vida. Durante alguna etapa de su historia geológica, se sabe que hubieron volcanes lunares. Sin embargo, desde entonces la superficie del satélite ha permanecido prácticamente igual. Hasta el momento, no existe evidencia concluyente de lo contrario.
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