Sorprendentemente, Ariel, un satélite de Urano, estaría pasando a figurar entre las lunas del Sistema Solar con un océano subterráneo.
Un reciente estudio, publicado en The Astrophysical Journal Letters, ofrece una nueva explicación a la presencia de dióxido de carbono en la superficie de Ariel, una de las 28 lunas conocidas de Urano. De acuerdo con ella, el compuesto y otras moléculas surgen en el interior de ese satélite natural, muy probablemente debido a la presencia de un océano subterráneo.
Antes de esta hipótesis los científicos se inclinaban por la posibilidad de que el dióxido de carbono estaba en Ariel a razón de interacciones entre la superficie lunar y las partículas cargadas de la magnetosfera, un proceso llamado radiólisis. No obstante, una nueva posibilidad bien sustentada aparece ahora con fuerza.
De aquí a otros mundos
Gracias al ya muy reconocido telescopio espacial James Webb, los científicos lograron analizar espectros químicos de la luna y compararlos después con espectros de mezclas químicas simuladas en un laboratorio. Con ello, se descubrió que Ariel tiene algunos de los depósitos más ricos en dióxido de carbono de todo el Sistema Solar. Aún más: entre ellos se vio presencia de las primeras señales claras de monóxido de carbono.
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Otro descubrimiento que vino con la investigación fue que la superficie de Ariel también podría albergar minerales carbonatados, sales que solo pueden formarse mediante la interacción del agua líquida con rocas. Así, se tiene un indicio más de que debajo de ese mundo hay un océano, tal y como sucede con otras lunas del Sistema Solar.
“Si nuestra interpretación del carbonato es correcta, se trata de un resultado muy importante, porque significa que tuvo que formarse en el interior”, afirma, en un comunicado, Richard Cartwright, del Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins. “Eso es algo que absolutamente necesitamos confirmar, ya sea a través de futuras observaciones, modelado o alguna combinación de técnicas”.
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Ademas, Cartwright asegura que aquí puede haber una buena oportunidad para recoger datos valiosos sobre los gigantes de hielo del Sistema Solar y sus lunas potencialmente oceánicas. De alguna manera, dice, esto servirá para conocer la naturaleza de mundos que se están descubriendo más allá de nuestro sistema planetario.
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