Por efecto de la luz solar, los científicos no pueden ver miles de astroides que representarían un potencial riesgo para la vida en la Tierra.
Entre los escenarios que podrían marcar “un antes y un después” para la Tierra están los impactos de asteroides contra esta. El solo pensar en esa posibilidad eriza la piel, en buena parte porque el evento tiene la capacidad de transformar nuestro mundo en cuestión de minutos.
Los científicos no son ajenos a esto y llevan estudiando el espacio, desde hace años, con el fin de alertar a la población en caso de que una amenaza así fuera una realidad próxima. Pero no todo puede ser previsto.
El 15 de febrero de 2013 un meteorito se estrelló sobre la ciudad de Cheliábinsk, Rusia. Al momento de explotar, la energía emanada del suceso superó por 30 veces a la bomba que destruyó Hiroshima. Aunque no se registraron víctimas mortales, lo escalofriante del evento es que ningún observatorio pudo ver venir al meteorito que, por cierto, es el mayor objeto espacial que ha entrado en la atmósfera terrestre en los últimos 100 años.
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Según estimaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), algo como lo que sucedió en Rusia aquella vez es bastante inusual, pues rocas de gran tamaño solo atraviesan la atmósfera cada 50 o 100 años. De hecho, el sitio especializado, Live Science, indica que los astrónomos han cartografiado 33 mil asteroides cercanos a la Tierra y ninguno representa un riesgo para el mundo, al menos durante próximo siglo.
Ocultos por la luz
Live Science tuvo la oportunidad de hablar con un grupo de expertos que hicieron saber un hecho atemorizante: hay miles de astroides que no podemos ver, por efecto de la luz solar, que son tan grandes que podrían destruir ciudades y, en el caso de los de mayores proporciones, desencadenar extinciones masivas.
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«El objeto más problemático es el que no se conoce», explica a Live Science Amy Mainzer, catedrática de Ciencias Planetarias de la Universidad de Arizona y principal investigadora de dos misiones de caza de asteroides de la NASA. «Si podemos saber lo que hay ahí fuera, entonces podremos tener una estimación mucho mejor del verdadero riesgo».
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