En 1908, un misterioso fenómeno conocido como el evento de Tunguska provocó que el cielo ardiera y cayeran más de 80 millones de árboles. La explicación más consistente asegura que se trató de un meteorito; sin embargo, la ausencia de un cráter en la zona de impacto ha provocado toda clase de teorías.
Cada año, la Tierra es bombardeada por aproximadamente 16 toneladas de meteoritos que se precipitan a la atmósfera. La mayoría apenas alcanzan una decena de gramos de masa y son tan pequeños que pasan desapercibidos. Algunos más pueden causar un resplandor en el cielo nocturno que desaparece en cuestión de segundos, pero… ¿qué hay de los meteoritos con el potencial para arrasar con una región del mundo?
Aunque el impacto más reciente de un asteroide capaz de provocar un cataclismo a nivel mundial data de hace 65 millones de años, la mañana del 30 de junio de 1908, una devastadora explosión conocida como el evento de Tunguska cimbró Siberia con la fuerza de 300 bombas atómicas.
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Cerca de las siete de la mañana, una enorme bola de fuego atravesó el cielo de la meseta de Siberia central, un área inhóspita donde los bosques de coníferas dan paso a la tundra y los asentamientos humanos son escasos.
En cuestión de segundos, un calor abrasador hizo arder el cielo y una explosión ensordecedora sepultó más de 80 millones de árboles en un área de 2 mil 100 kilómetros cuadrados de bosque.
El evento provocó ondas expansivas que según la NASA, fueron registradas por barómetros en toda Europa y golpearon a personas que se encontraban a más de 65 kilómetros de distancia. Durante las dos noches siguientes, el cielo nocturno se mantuvo iluminado en Asia y algunas regiones de Europa; no obstante, debido a la dificultad para acceder a la zona y la ausencia de pueblos cercanos, ninguna expedición se aproximó al sitio en los siguientes trece años.
No fue hasta 1921 que Leonid Kulik (científico del Museo de Mineralogía de San Petersburgo y experto en meteoritos) realizó el primer intento por acercarse al sitio del impacto; sin embargo, lo inhóspito de la región provocó el fracaso de la expedición.
En 1927, Kulik encabezó otra expedición que finalmente accedió a los miles de kilómetros calcinados y para su sorpresa, el evento no dejó ningún cráter de impacto, sólo un área de 4 kilómetros de diámetro donde los árboles se mantenían aún en pie, pero sin ramas ni corteza. A su alrededor, miles de kilómetros más de árboles derribados marcaban el epicentro, pero increíblemente, no había evidencia alguna de un cráter o restos de meteorito en la zona.
«El cielo se partió en dos y apareció un fuego a lo alto»
A pesar del desconcierto, el esfuerzo de Kulik logró romper el hermetismo de los pobladores, que aportaron los primeros testimonios del evento de Tunguska.
El relato de S. Semenov, un testigo presencial que se hallaba a 60 kilómetros del impacto y fue entrevistado por Kulik, es quizás el más famoso y detallado de la explosión:
“A la hora del desayuno estaba sentado junto a la casa de postas en Vanavara (…) de repente, vi que directamente hacia el norte, sobre la carretera Tunguska de Onkoul, el cielo se partió en dos y apareció un fuego a lo alto y ancho sobre el bosque La división en el cielo se hizo más grande y todo el lado norte estaba cubierto de fuego.
En ese momento me puse tan caliente que no pude soportarlo, como si mi camisa estuviera en llamas; del lado norte, donde estaba el fuego, llegó un fuerte calor. Quería arrancarme la camisa y tirarla abajo, pero luego el cielo se cerró y sonó un fuerte golpe y me arrojaron unos metros.
Perdí el sentido por un momento, pero luego mi esposa salió corriendo y me llevó a casa (…) Cuando el cielo se abrió, el viento caliente corrió entre las casas, como de los cañones, que dejaron rastros en el suelo como caminos, y dañaron algunos cultivos. Más tarde vimos que muchas ventanas estaban rotas y en el granero, una parte de la cerradura de hierro se rompió”.
La explicación al evento de Tunguska
La NASA considera que el evento de Tunguska es el único registro de la entrada de un meteoroide de gran magnitud a la Tierra en tiempos modernos; sin embargo, desde hace más de un siglo, las explicaciones sobre la inexistencia de un cráter o material del meteorito en el sitio del supuesto impacto han inspirado cientos de artículos científicos y teorías de lo que sucedió exactamente en Tunguska.
La versión más aceptada en la actualidad asegura que la mañana del 30 de junio de 1908, una roca espacial de aproximadamente 37 metros de ancho penetró la atmósfera terrestre a una velocidad de 53 mil kilómetros por hora, suficiente para alcanzar una temperatura de 24 mil grados celsius.
Esta explicación asegura que el bólido de fuego que iluminó el cielo no hizo contacto con la superficie terrestre, sino que explotó a ocho kilómetros de altura, provocando la onda expansiva que explica el desastre y los millones de árboles caídos en el área de Tunguska.
Y aunque otras teorías más disparatadas sin sustento científico consideran que el evento de Tunguska pudo haber sido el resultado de una explosión de antimateria o la formación de un mini agujero negro, una nueva hipótesis formulada en 2020 apunta explicaciones más contundentes:
Según un estudio publicado en la Royal Astronomical Society, el evento de Tunguska efectivamente fue provocado por un meteorito; sin embargo, se trató de una roca formada por hierro que alcanzó los 200 metros de ancho y rozó la Tierra a una distancia mínima de 10 kilómetros antes de seguir su órbita, dejando a su paso una onda de choque de tal magnitud, que provocó que el cielo ardiera y los millones de árboles quedaran derribados.
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