Con mayor conocimiento sobre los cometas oscuros, los científicos afirman que estos extraños objetos se dividen en dos grupos.
No tiene mucho que una nueva categoría de objetos celestes se abrió paso en el conocimiento astronómico. Se trata de cuerpos que parecen asteroides, pero que se comportan como cometas. De tal manera que los científicos han optado por llamarlos “cometas oscuros”.
En un nuevo artículo de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, investigadores reportan el descubrimiento de siete cometas oscuros más, los cuales llegan a sumarse a otros siete que se conocen desde hace no más de dos años.
Además de duplicar la población conocida de cometas oscuros, los autores del trabajo señalan que dichos objetos se dividen en dos grupos: los más grandes, que residen en el Sistema Solar exterior; y los más pequeños, que pertenecen al interior.
Respecto a lo extraño que ha sido conocer la naturaleza de los cometas oscuros, el coautor del estudio, Davide Farnocchia, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, dice lo siguiente en un comunicado:
“Cuando se observa este tipo de perturbación en un objeto celeste, normalmente significa que se trata de un cometa, con material volátil desprendido de su superficie que le da un poco de empuje. Pero por mucho que lo intentamos, no pudimos encontrar ningún signo de cola de cometa. Se parecía a cualquier otro asteroide: solo un punto de luz. Así que, por poco tiempo, tuvimos este extraño objeto celeste que no podíamos descifrar del todo”.
Dos tipos bien diferenciados
Según el comunicado citado, los cometas oscuros exteriores tienen características similares a los cometas de la familia de Júpiter: órbitas muy excéntricas (o elípticas) y mayor tamaño.
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Por lo que resta, los cometas oscuros interiores se encuentran en la región poblada por Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. Y se desplazan en órbitas casi circulares.
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“Los cometas oscuros son una nueva fuente potencial de haber traído a la Tierra los materiales necesarios para el desarrollo de la vida”, afirma Darryl Seligman, becario postdoctoral del departamento de Física de la Universidad Estatal de Michigan (Estados Unidos). “Cuanto más podamos aprender sobre ellos, mejor podremos comprender su papel en el origen de nuestro planeta”.
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