Debido a ondas de radio lanzadas a la atmósfera durante décadas, el hombre ha creado una barrera espacial entre nuestro planeta y el exterior del mismo. Este fenómeno lo observó por primera vez la NASA en el año 2017. Desde entonces, los expertos dicen que la barrera en realidad ayuda a proteger a la humanidad de la radiación espacial.
Como sabemos, la NASA utiliza sondas para explorar diferentes partes de nuestro sistema solar. Uno de esos sitios son los cinturones de Van Allen, una enorme zona de radiación que rodea la Tierra, dejando libres los polos norte y sur.
Los vuelos espaciales que deben atravesar zonas afectadas por los cinturones de Van Allen poseen blindajes contra la radiación para proteger a la tripulación y los equipos. De hecho, la mayoría de las naves espaciales se lanzan desde lo más cerca posible del ecuador, justo en la zona de Van Allen.
Las ondas creadas por el hombre y que sirven como protección ante la radiación son «cierto tipo de transmisiones, llamadas radiocomunicaciones de muy baja frecuencia (VLF), se han vuelto mucho más comunes ahora que en los años 60, y el equipo de la NASA confirmó que pueden influir en cómo y dónde se mueven ciertas partículas en el espacio».
Estas ondas de muy baja frecuencia (VLF) anulan y repelen la radiación de los cinturones de Van Allen, algo que es totalmente una afortunada coincidencia, ya que el área de ondas de radio casualmente coincide con el borde de los cinturones.
Con el correr de los años, los investigadores descubrieron que esta barrera ha estado empujando activamente los cinturones de Van Allen lejos de la Tierra durante las últimas décadas. Ahora los límites inferiores de las corrientes de radiación están en realidad más lejos de nosotros de lo que estaban en la década de 1960.
A pesar de la existencia de estas VLS, que cubren la Tierra como una capa protectora ante la radiación, no causan interferencia en las diversas emisiones de radio, o con otros tipos de ondas, que se hacen en nuestro planeta.
La existencia de esta barrera espacial solo demuestra que la mano del hombre no solo cambia lo que ocurre dentro de nuestro planeta, sino también afuera. Pero a diferencia del cambio climático, esta barrera protectora generada de manera accidental es benéfica.
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